miércoles, 21 de marzo de 2012

Transformaciones en la horticultura platense Por Ing Agr Matias Garcia

La tesis en su conjunto provee un análisis de la producción, la tecnología, la tierra, los agentes de la producción, la comercialización, la fuerza de trabajo que, en interacción, brindan elementos no sólo para interpretar las transformaciones en la estructura agraria hortícola platense en los últimos 20 años, sino que también logran desarrollar o poner en cuestión el nuevo modelo de producción y abastecimiento a nivel agregado.

Tres son los pilares que, en gran medida, explican las transformaciones en cuestión: el horticultor boliviano, la explotación de la fuerza de trabajo y el invernáculo.
La estrategia de adopción del invernáculo tenía y aún conserva como guía la búsqueda de diferenciarse. La diferenciación de las hortalizas bajo invernáculo en: i) calidad de producto (lo que implica no sólo un mejor precio vs. una hortaliza “a campo”, sino que además posibilita la concreción de la venta del producto, no siempre garantizada en un mercado siempre cercano a la saturación); ii) sobreprecios por oferta en períodos de baja producción; iii) una más rápida circulación de capital y uso más eficiente de los medios de producción, ya que los mismos no se sesgan al período estival sino que se puede producir todo el año; y iv) una productividad que permite diluir los mayores costos totales aportando al mercado un producto de “calidad” a precios difícilmente competitivos para el resto del Área Hortícola Bonaerense, y más aun, para las regiones extra-bonaerenses, las cuales poseen un significativo costo de transporte.
Tras analizar las modalidades de mano de obra existente en el sector, se observa una prácticamente total precarización, informalidad y fuerte explotación de la fuerza de trabajo hortícola. Sobre esta característica se asienta una porción importante de la competitividad que muestra la capital bonaerense, en interacción con la que brinda el invernáculo. Esta situación fue posibilitada y exacerbada en los años ’90 por la desregulación, flexibilización laboral y política migratoria que obligaban al trabajador extranjero con irregular documentación a aceptar condiciones (de trabajo y de vida) paupérrimas. Si bien parte del contexto se modifica post crisis del 2001, hay una continuidad en esta forma de uso de la fuerza de trabajo, aun cuando el estrato de productores en forma mayoritaria se encuentra ocupado por quienes han pasado por esta situación.
La competitividad quedaría renga si no se menciona el rol asumido por el horticultor boliviano y su relación con la explotación de la fuerza de trabajo en todo este proceso. Su capacidad y aporte de trabajo, contracción del consumo, privilegio de inversión en la Unidad de Producción, generación de redes de intercambio de información, financiamiento, la imposición de nuevas formas de comercialización y su interacción con el invernáculo complementa la explicación de los pilares de estas transformaciones. Las estrategias del horticultor boliviano les permiten una lenta acumulación de capital y hasta posibilita su ascenso social. Dicho ascenso es sustitutivo, puesto que este horticultor en un principio se impone ante la oferta de trabajadores criollos, al no aceptar estos últimos las condiciones de trabajo que este sujeto ahora permite. Luego, el desplazado es una importante porción de los propios productores criollos e italianos de baja competitividad, a quienes su aburguesamiento les impide un retroceso al status de capitalista con rasgos campesinos. Por último, este actor también le quita grados de libertad (léase, poder de apropiación del valor) al comerciante (cuando en otras regiones directamente lo desplazó).

A nivel agregado, esta acumulación de capital y ascenso social se evidencia en una expansión de la horticultura platense, en donde los desplazados pasan a ser otras regiones, desde el ya extinto Cinturón Hortícola Bonaerense, hasta cinturones distantes como el rosarino. También muestra influencia en el retroceso de abastecimiento de otras regiones hortícolas y hasta imponiéndose en mercados lejanos.

Este modelo “exitoso” presiona en búsqueda de nuevas formas de apropiación del valor generado, algunos con el propósito de una mayor acumulación, otros buscando apenas persistir. Así es cómo en esa búsqueda también se transforma el sistema de comercialización, sobresaliendo el avance del horticultor boliviano sobre este eslabón.
Otra agente en búsqueda de apropiación del mayor excedente generado es el terrateniente. Este contribuye a incrementar el monto de la renta de la tierra en La Plata, cuya viabilidad es posibilitada no sólo por la altísima inversión tecnológica y la concentración productiva en La Plata, sino que también por la fuerte explotación de la fuerza de trabajo (familiar y externa) y la aceptación de una menor tasa de ganancia por parte de los productores bolivianos.

La influencia de las transformaciones muestra diferentes “niveles”. La interacción invernáculo - fuerza de trabajo y rol del horticultor boliviano en La Plata generaron, a nivel nacional, una ampliación en el aprovisionamiento del mercado del GBA cuanti y cualitativa, generando una oferta más regular a lo largo del año. A nivel regional, las estrategias claramente diferenciales en juego fueron responsables de la desestructuración del viejo Cinturón Hortícola Bonaerense y de la reestructuración del Archipiélago Hortícola. Mientras que a nivel local, las transformaciones generadas resultaron de tal magnitud que hasta ponen en duda la categorización de La Plata como “cinturón verde”, al menos según sus rasgos típicos.
El modelo productivo platense sigue haciendo usufructo de las ventajas comparativas del cinturón verde (cercanía al mercado), y lo potencia con características de alta inversión tecnología y explotación de la fuerza de trabajo. Dicha combinación, de la mano de estrategias adoptadas por el horticultor boliviano, llevaron a la horticultura platense a una expansión productiva y diferenciación, con impacto en la estructura agraria hortícola local, regional y nacional.

Finalmente, este nuevo modelo competitivo y que en su superficie aparenta como exitoso, no puede ocultar sus pies de barro: un uso no sustentable de los bienes comunes, y paupérrimas condiciones de trabajo y de vida (familiar y externo).

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