lunes, 16 de noviembre de 2009

EL PERIURBANO PRODUCTIVO, UN ESPACIO EN CONSTANTE TRANSFORMACIÓN. INTRODUCCIÓN AL ESTADO DEL DEBATE, CON REFERENCIAS AL CASO DE BUENOS AIRES

EL PERIURBANO PRODUCTIVO, UN ESPACIO EN CONSTANTE TRANSFORMACIÓN. INTRODUCCIÓN AL ESTADO DEL DEBATE, CON REFERENCIAS AL CASO DE BUENOS AIRES

Andrés Barsky
Area de Ecología Urbana, Instituto del Conurbano. Universidad Nacional de General Sarmiento.
E-mail: abarsky@ungs.edu.ar

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El periurbano productivo, un espacio en constante transformación. Introducción al estado del debate, con referencias al caso de Buenos Aires (Resumen)
El presente artículo responde a un creciente interés, por parte del Area de Ecología Urbana de la Universidad Nacional de General Sarmiento, por estudiar las características sociales, ambientales y territoriales de los espacios de producción intensiva que rodean y abastecen de materias primas alimenticias a las grandes ciudades. Primeramente, se realizará una aproximación al concepto de periurbano y se justificará la pertinencia de este tipo de estudios dentro del campo de investigación de la ecología urbana. Posteriormente, se realizará una descripción general del estado del debate internacional acerca de la temática de la agricultura periurbana. Por último, se realizará una mención de los aportes realizados por la literatura especializada de Argentina con respecto al estudio del “cinturón verde” de Buenos Aires. En definitiva, esta línea de investigación se plantea responder a preocupaciones teórico-metodológicas acerca de la organización espacial y la dinámica social y ecológica de estos espacios de borde.

Palabras clave: periurbano, ecología urbana, urbanismo, geografía rural, cinturón verde hortícola.
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Rural-urban fringe, a constant transforming productive area. A state of the art and references on Buenos Aires case. (Abstract)

The Area of Urban Ecology at University of General Sarmiento (Argentina) has been recently started a line of research focused on transition rural-urban zones of Buenos Aires. At the beginning of the article, theoretical preoccupation in defining rural-urban systems will be presented. There is an interest to discuss why this kind of studies are related to urban ecology as a discipline. Later, some international discussion about today´s perspectives of agriculture in rural-urban fringe will be introduced. Finally, the work presents certain references about the geographical make up of the green belt in the Buenos Aires Metropolitan Region. Studying spatial, environmental and social changes occurred in the producing rural-urban fringe during the last three decades will be the main objective of coming papers.

Keywords: rural-urban fringe, urban ecology, urbanism, rural geography, green belt.
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Una aproximación al periurbano como unidad de análisis

El estudio del periurbano supone el abordaje de un complejo territorial que expresa una situación de interfase entre dos tipos geográficos aparentemente bien diferenciados: el campo y la ciudad. De difícil definición conceptual y delimitación, cuenta con la desventaja de que es, en cuanto a objeto de investigación, un territorio “resbaladizo”, en situación transicional, en permanente transformación (o con expectativas de ser transformado), frágil, susceptible de nuevas intervenciones. Con el paso del tiempo, el periurbano “se extiende”, “se relocaliza”, “se corre de lugar”; no le otorga demasiadas garantías de permanencia al investigador (1). Se trata de un territorio en consolidación, bastante inestable en cuanto a la constitución de redes sociales, de una gran heterogeneidad en los usos del suelo (2). Ha recibido diversas denominaciones: la periferia urbana, el rur-urbano, la “ciudad difusa”, la frontera campo-ciudad, la “ciudad dispersa”, territorios de borde, borde urbano/periurbano, el contorno de la ciudad, extrarradio, exurbia, etc. (3). Es un espacio que se define por la indefinición: no es campo, ni es ciudad (4). ¿Cómo conceptualizarlo?

El “padre de las teorías de localización”, Johann Heinrich von Thünen (1826, en Benko 1999), fue el precursor en estudiar la lógica económica subyacente en la distribución espacial de los sistemas productivos alrededor de las ciudades. Delimitando círculos concéntricos sucesivos “ideales” (en términos de fertilidad de la tierra y accesibilidad) en torno a un centro de consumo urbano (mercado), estableció que cada tipo de actividad económica se localizaba a la distancia óptima que le permitiera al productor maximizar sus ganancias según el precio del producto y los costos del alquiler de la tierra y del transporte. Determinó que en un primer cordón alrededor de la ciudad se localizaban la horticultura y la producción lechera (alquileres elevados, precios de productos altos, uso intensivo de agroquímicos y utilización de medios de transporte adecuadamente acondicionados). En un segundo cordón, la producción forestal (muy rentable en esa época, con altos costos de transporte). En un tercer cordón, el cultivo de cereales (sin barbecho, rotando con otros cultivos). En un cuarto cordón, un tipo de agricultura menos intensivo, rotando con pasturas (forrajes, barbecho). En un quinto cordón, cultivos más extensivos con rotación trianual. Y en un sexto cordón, cría extensiva de ganado y producción de manteca (5). Desde una perspectiva geográfica, resulta de interés apreciar cómo von Thünen estableció una sencuencia de intensividades decrecientes en el uso del suelo partiendo desde el borde de la ciudad. Una lógica que tendremos en cuenta a la hora de analizar las características de la agricultura periurbana de Buenos Aires.

Horacio Capel (1994, p. 139) explica que la localización de quintas y villas alrededor de los centros urbanos no es un fenómeno reciente en el tiempo, sino que ya se daba en las ciudades romanas y posteriormente en las renacentistas. Sin embargo, fue en el transcurso del siglo XIX cuando las transformaciones de la periferia urbana se tornaron notables y dieron posteriormente origen a la preocupación por el periurbano como objeto de investigación. En ello influyeron los intensos procesos de suburbanización que se registraron en las ciudades anglosajonas en el contexto de la Segunda Revolución Industrial, “la accesibilidad generada por el ferrocarril y el automóvil, el establecimiento del telégrafo y el teléfono –que permitieron desde los años 1860 la instalación de industrias en la periferia conectadas con sus oficinas centrales- y con el desplazamiento de usos urbanos hacia las afueras de la ciudad”. Durante la primera mitad del siglo XX, este proceso se consolidó debido a una descentralización mayor de las actividades productivas de la ciudad, la construcción de autopistas y el acceso al crédito hipotecario por parte de diversas clases sociales, las cuales se suburbanizaron a gran velocidad, generando el surgimiento de la denominada “ciudad difusa” alrededor de las décadas del ´50 y ´60. De allí en adelante, los procesos que siguieron a este último período se caracterizan por un notable desembarco de diversos servicios urbanos y tecnologías fuera de la ciudad, redes de autopistas, una revalorización social del “medio natural” por parte de sectores económicamente acomodados y otros fenómenos que intensificaron las transformaciones del periurbano. “En definitiva, en la medida en que la urbanización avanza sobre el ámbito rural, origina conceptos nuevos que dan cuenta de nuevas formas de cómo se están ocupando y re-organizando estos espacios (..). Espacios que, en realidad, no son tan nuevos (en definitiva, hasta las ciudades medievales tenían sus “bordes”), pero sí lo son los procesos sociales que en ellos se desarrollan” (Puebla. 2004, p. 4).

Sin embargo, vale señalar que en los países anglosajones el periurbano se ha constituido usualmente como el lugar de residencia elegido por las clases acomodadas, donde su configuración es fuertemente condicionada por el modelo de la ciudad-jardín (Garay. 2001), que sigue determinadas pautas de planificación (6). Por el contrario, en los países latinos la ocupación del suelo en las áreas periféricas generalmente se realiza de una manera no planificada, constituyendo un espacio de gran heterogeneidad y crecimiento acelerado, donde pueden registrarse problemáticas sociales y ambientales agudas, un mercado del suelo poco transparente, proximidades conflictivas (Puebla. 2003, p. 5) (7). El caso a tratar, relacionado con el periurbano de Buenos Aires, se enmarca en esta última tipificación.

El periurbano constituye un “territorio de borde” sometido a procesos económicos relacionados con la valorización capitalista del espacio, como consecuencia de la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la ciudad. Garay (2001, p. 14) entiende que “..sobre el borde periurbano se despliega un frente productivo que transforma el espacio rural en suelo urbano, donde la expectativa de valorización no necesariamente se realiza (..). Se trata de un área de transición, por la que atraviesa un proceso que supuestamente incorpora valor al territorio acondicionándolo para implantar nuevas actividades, pero a la vez como un proceso que se expresa -entre otras cosas- en la modificación de los patrones de asentamiento de la población.”.

En definitiva, el periurbano posee “..la mayor complejidad de usos del suelo mezclados que puede observarse en toda la Tierra. Aparentemente la distribución de estos usos parece obedecer al azar, pero... no hay sino una lógica cuyo descubrimiento es una de las tareas más importante del estudioso de dichos espacios...” (Capel. 1994, p. 137).


La importancia del estudio del periurbano para la ecología urbana

Desde un punto de vista ecológico, el periurbano es abordado como una zona de transición o ecotono entre el campo y la ciudad. Los especialistas que han estudiado el periurbano desde esta perspectiva han centrado su atención en la complejidad de las relaciones ecosistémicas que se dan entre la ciudad y sus bordes. Eugene Odum (1986, p. 67) sostuvo que “una ciudad sólo puede ser considerada un ecosistema completo si se consideran completamente incluidos en él los ambientes de entrada y de salida”. La presión que sufren los ecosistemas de los bordes responde a los intensos procesos de transformación generados por el despliegue del proceso urbanizador sobre los espacios rurales circundantes.

María Di Pace (2001, p. 6) señala que: “El ecotono o zona de borde es un área de contacto entre ecosistemas (..) una interacción activa entre dos o más ecosistemas (o mosaicos de ecosistemas)”. Seguidamente, afirma que “..las ciudades impactan en los sistemas circundantes, transformando su suelo y sus recursos hídricos superficiales y subterráneos: por la exportación de residuos sólidos y líquidos -domiciliarios e industriales-, la presencia de cavas, basurales a cielo abierto, etc. (..). Pero a su vez es impactado por el sistema rural: recibe la influencia de los agroquímicos y los residuos sólidos, los contenedores de los productos agroquímicos que están constituyéndose en un elemento contaminador de importancia, etc. (8). Es decir, el periurbano también es un sistema en mosaico que contiene relictos “naturales” o ecosistemas residuales (“parches”), (..) donde coexisten los sistemas productivos o agroecosistemas que explotan el suelo fósil, los ecosistemas consumidores o aglomeraciones urbanas, y los cada vez más reducidos ecosistemas balanceados (naturales) remanentes.”. Por lo tanto, el concepto de periurbano se corresponde con el de ecotono en tanto ecológico y espacial.

Horacio Capel (1994) se refiere a la fragilidad ecológica que presentan los espacios periurbanos debido a las actividades intensivas que allí se desarrollan. Como ya se ha mencionado, señala que hay pocos espacios donde el medio natural esté sometido a tan intensas presiones antrópicas y los describe como zonas en situaciones críticas a nivel planetario (9). Tanto para el autor, como también para Morello y Mateucci (2001) –quienes analizan el caso de Buenos Aires- una de las formas más dramáticas de intervención social es la eliminación del suelo agrícola. En este sentido, otro concepto ecológico y espacial fundamental que hace referencia al hinterland ecológico de la ciudad es el de huella ecológica. Esta noción describe el alcance geográfico de los ecosistemas que abastecen energéticamente a la ciudad (el “hasta dónde llega” el área de influencia de las demandas energéticas de la ciudad). Vale señalar el carácter espacialmente multiescalar del término, pues una ciudad puede abastecerse –por medio del comercio- de materias primas de otros países, y así “generar” una peculiar huella ecológica a miles de kilómetros de distancia. Pero a los fines de nuestra investigación, consideraremos a la huella ecológica como el área de los ecosistemas contiguos que proporcionan energía al medio urbano, es decir, localizados en su periferia inmediata.

Las profundas alteraciones ecológicas y ambientales que se registran en estos espacios de interfase urbano-rurales ha llevado a autores como Morello (2001) a considerar que en los mismos se produce la formación de nuevos tipos de ecosistemas, a los que denomina neoecosistemas, y de nuevos tipos edafológicos, a los que denomina neorelieves, neosuelos o neogeoformas. Con respecto a los primeros, destaca –por ejemplo- que en los últimos 50 años se han producido en el periurbano de Buenos Aires fenómenos de “bosquización espontánea”, es decir, la penetración de especies invasoras que han constituido “bosques y pastizales degradados, invadidos por especies oportunistas de gran competitividad”, sobre todo en los valles fluviales, los que se comportan como nuevos ecosistemas.

Otros conceptos de la ecología que se aplican en relación con el periurbano son el de función ecológica y el de servicio ambiental. Al primero se lo trabaja analizando cómo se alteran “los procesos ecosistémicos básicos en los límites de la ciudad tales como el ciclo biogeoquímico, el ciclo del agua, la transformación de nutrientes, la productividad biológica, etc.” (Di Pace. 2001, p. 15). En el segundo caso, se evalúa qué servicios ambientales brindan (o dejan de brindar) los espacios periurbanos al resto de la ciudad: la absorción del agua de lluvia, como “pulmones verdes”, etc.

En definitiva, desde un punto de vista ecológico se trabaja a la ciudad como un complejo fuertemente relacionado con su periferia, porque depende de ella para proveerse de distintos tipos de energías. Teniendo en cuenta que hasta aquí se ha considerado al periurbano como una frontera asimétrica en la que la ciudad domina al campo y no a la inversa, es interesante señalar que ecólogos como Jorge Morello y María Di Pace sostienen, en cambio, que los procesos urbanos y rurales se atenúan recíprocamente. Mientras el economista, el urbanista o el geógrafo entienden que la ciudad comanda un sistema territorial (en la actualidad se habla de ciudad-región), el ecólogo advierte que la ciudad es un sistema profundamente parasitario o dependiente de áreas externas que le suministran la energía y productos necesarios para que funcione (10), y que además esos espacios circundantes funcionan como receptáculos de los residuos que genera. Bettini (1998, p. 79) sostiene que “la ciudad no tiene una ecología separada del campo que la circunda (..) para percibir la ciudad tal como es y resolver sus problemas, es necesario expandir el pensamiento y la acción fuera de los estrictos límites urbanos. (..) la gestión de la ciudad como ecosistema quedará en pura teoría hasta que no se rompa la dicotomía urbano/rural”.

En definitiva, por las particularidades ambientales y territoriales que presenta, el periurbano se constituye como un tema de interés para la ecología urbana.


Algunos apuntes sobre la evolución de los estudios acerca del “rur-urbanismo”

Considerando ciertos antecedentes sobre el tema relacionados con la historia de la disciplina geográfica y el planeamiento urbano, podría mencionarse el aporte del biólogo escocés Patrick Geddes y su clásico Cities in evolution de 1915, donde se llama la atención sobre las “conurbaciones” que, desde fines del siglo XIX, estaba generando la suburbanización o dispersión de los centros urbanos ingleses en los campos agrícolas más próximos, estableciendo la necesidad de implementar el town/country planning (Rueda Palenzuela. 1995, p. 32). Asimismo, en los años 20 y 30 la escuela de ecología humana de Chicago se preocupó por los procesos de expansión geográfica de las ciudades en los Estados Unidos. Se establecieron modelos de coronas concéntricas, espacios radiales o de núcleos múltiples para explicar la lógica de la evolución espacial de los centros urbanos. Se utilizaron términos como sucesión, invasión, asimilación, provenientes de la biología (Burguess, 1925 y otros estudios), para explicar cómo las ciudades iban avanzando sobre sus periferias (11). Asimismo, la teoría de los lugares centrales de Christaller (1933) tuvo mucha influencia en la escuela neopositivista americana en los años cincuenta y sesenta, apuntalando la “New Geography” (Lösch). Se centraba en estudiar las redes de ciudades, cómo se disponían los núcleos urbanos en el territorio y hasta dónde llegaban sus áreas de influencia. Brian Berry incorporó en los años sesenta la teoría de sistemas al análisis urbano, preocupándose por el funcionamiento del sistema urbano, sus flujos de energía (entrada y salida), entropía, estados de equilibrio, etc., es decir, teniendo en cuenta sus relaciones con la periferia.

A partir de mediados del siglo XX, la preocupación por el proceso de urbanización como reestructurador de los espacios rurales comenzó a tener cada vez mayor relevancia en los países desarrollados. En 1937 el geógrafo T.L. Smith utilizó el concepto “franja urbana” para decribir al área localizada fuera de los límites administrativos de los municipios de la ciudad. En 1955 Auguste Spectorsky creó el término exurbia, diferenciándolo de suburbia, para describir las costumbres de las clases de acomodadas que migraban hacia las afueras de la ciudad de Nueva York inspirándose en el ideal del lifestyle agrario americano. A partir de entonces, exurbia pasó a ser un término de uso común en el idioma inglés. En 1958, Kurtz y Eicher escribieron un trabajo titulado “Fringe and suburb: a confusion of concepts” tratando de diferenciar los alcances de los conceptos. Pero es desde la década del sesenta cuando se producen una gran cantidad de trabajos académicos –especialmente en Inglaterra y Francia- sobre el fenómeno de la urbanización del campo. Aquí se mencionan algunos: Pahl (1965; 1970); Johnston (1965; 1974); Clout (1972); Julillard (1961); Rambaud (1969); entre otros.

Un trabajo que va a mostrar cómo estaba el estado de la discusión a fines de los años sesenta fue un estudio clásico de la sociología urbana francesa marxista: el libro “De lo rural a lo urbano”, del filósofo Henri Lefebvre. El autor señala que “la relación campo-ciudad, relación dialéctica, oposición conflictual que tiende a trascender cuando en el tejido urbano realizado se reabsorben simultáneamente el antiguo campo y la antigua ciudad. Lo que define a la “sociedad urbana” va acompañado de una lenta degradación y desaparición del campo..” (1971, p. 15) (12). A mediados de los años setenta, el urbanista americano Harold Carter incorporó en sus estudios sobre la ciudad la zona de interfase urbano-rural (Carter, 1974). En 1976, el geógrafo rural inglés Hugh D. Clout estudió cómo el espacio rural estaba siendo profundamente reestructurado por el avance de la urbanización y configurando un nuevo proceso de poblamiento del campo en Inglaterra, luego de “la pesadilla de la despoblación rural que se había dado a lo largo de todo un siglo en Gran Bretaña” (1976, p. 73). Lo definió como “urbanización del campo” o “urbanización difusa”.

En los últimos 25 años, el estudio de las periferias urbanas (13) –y de la agricultura periurbana en particular- cobró relevancia. Nos referiremos fundamentalmente a este último tema, por ser de nuestro interés. En 1979, el Comité para la Agricultura de la OCDE organizó en París una discusión entre sus Estados-miembro sobre “La agricultura en la planificación y manejo de las áreas periurbanas”. Allí se presentaron una importante cantidad de trabajos (estudios de caso) por país y se señalaba que desde la década del cincuenta en adelante en los países desarrollados el urban fringe había crecido notablemente, se generó un nuevo fenómeno de agricultura periurbana –un tipo diferente de agricultura- y señalaban su preocupación por la amenaza de la desaparición de tierras agrícolas y espacios abiertos. Por el estado del debate y la bibliografía citada, se aprecia que en la década del setenta (especialmente a mediados), en los países desarrollados el tema ya estaba incorporado en el debate entre especialistas y en la planificacion urbana y regional. En Argentina, el tema va a ser introducido en el debate académico en los años ochenta y noventa.

En 1996, en la Cumbre Mundial de la Alimentación que organizó la FAO en Roma se reconoció como prioritario el estudio de la agricultura urbana y periurbana (AUP), así como el mejoramiento de la eficiencia de los sistemas de abastecimiento y distribución de alimentos en las ciudades. Ese mismo año, se creó el Centro de Recursos para la Agricultura Urbana y la Reforestación (RUAF), un centro por el Grupo de Apoyo Internacional sobre Agricultura Urbana financiado por Países Bajos y Canadá, en el marco de la Iniciativa Estratégica para la Agricultura Urbana y Periurbana (CGIAR-SIUPA). Esta organización se ha convertido en uno de los principales referentes a nivel mundial sobre el tema, generando publicaciones, debates electrónicos y diversos eventos sobre agricultura urbana y periurbana. Convoca a especialistas que provienen tanto del campo de los estudios rurales como de la planificación urbana y regional. En 2001, organizaron la “Conferencia Electrónica sobre Metodologías en Agricultura Urbana”.

Ese mismo año, el Programa de Gestión Urbana del Centro de las Naciones Unidas para los Asentamientos Urbanos, dependiente del PNUD, realizó en Quito (Ecuador) el Seminario Internacional “La agricultura urbana en las ciudades del siglo XXI”, donde se presentaron gran cantidad de trabajos y se concluyó con la “Declaración de Quito”, abogando por un desarrollo sustentable de las ciudades que incorpore a la agricultura urbana en la agenda política y en la planificación urbana.

En el año 2002, en el debate sobre “Integración de la agricultura urbana y periurbana en la planificación” que se registró en la revista de la RUAF, se consideraba que “en regiones del mundo caracterizadas por el colapso económico (..) la última década ha sido testigo de un tremendo aumento en la superficie urbana y periurbana total dedicada a la producción de alimentos. A esto se ha asociado un aumento sin precedentes en la atención mundial dada al tema de la agricultura urbana” (Mbiba y Van Veenhizen. 2002, p. 1).

En el reciente Foro Urbano Mundial (WUF. 2004) realizado en Barcelona, el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID-Canadá), el Programa de Gestión Urbana – Coordinación regional para América latina y el Caribe (PGU-ALC/UN-HABITAT), el IPES/Promoción del Desarrollo Sostenible (Perú), y el Centro de Recursos para la Agricultura y Forestación Urbana (RUAF) organizaron el Panel Internacional “Crédito e inversión para agricultura urbana”. En este evento, quedó claro que el tema de la agricultura urbana y periurbana es un tema de importancia en la actualidad, que cruza varias especialidades disciplinarias, y problemáticas tales como la sustentabilidad urbana, seguridad alimentaria y pobreza, el ordenamiento ambiental del territorio, etc.

En la actualidad se considera que “la antigua dicotomía campo-ciudad se diluye ahora en un continuo que integra y conduce por gradaciones -como una especie de “gran cadena del ser urbano”..” (Capel. 1994, p. 138) o continuum urbano-rural-, a los espacios circundantes (véase también Redfield y Lewis, en Barros, 1999; Pahl R.E., 1966; Abramovoy y Sachs, 1999; Tacoli, 1999; Barrera et.al, 2001; García Ramón, Tulla-Pujol, Valdomiro Perdices, 1995). En este sentido, nuevas posiciones académicas se refieren a la neorruralidad o al neorruralismo para explicar estos fenómenos de penetración de las lógicas urbanas en el medio rural. Claudia Barros (1999) sostiene que “la idea de espacio rururbano puede asociarse a la de continuo rural urbano desarrollada por antropólogos como Redfield o Lewis, quienes contribuyeron a matizar la dicotomía que se expresa a través de la oposición campo-ciudad”. García Ramón, Tulla Pujol y Valdovinos Perdices (1995, p. 42) identifican distintas situaciones (anillos concéntricos) a lo largo de la geografía entre la ciudad y el campo: el espacio urbano propiamente dicho, el espacio periurbano o áreas urbanas discontinuas, el espacio semiurbano (con alternancia de usos), el espacio semirural urbanizado, el espacio rural dominado por la actividad agraria pero con algunas influencias urbanas como por ejemplo las derivadas de la descentralización industrial y, por último, el espacio rural "marginal"”.

En definitiva, la temática del periurbano en general -y la de la agricultura periurbana en particular-, es un campo de confluencia de distintas especialidades. En este sentido, los estudiosos del agro pueden aplicar al periurbano rural conceptos clásicos vinculados al análisis de las estructuras agrarias como el régimen de tenencia de la tierra o el uso de los factores de la producción; los planificadores, urbanistas o geógrafos urbanos mostrarse preocupados por proyectar buffers o zonas de amortiguación “verdes” en áreas periurbanas; los cientistas sociales por estudiar problemas asociados al desarrollo local y al capital sinérgico en zonas periurbanas –en la línea ILPES/CEPAL de Sergio Boisier- o los ecólogos analizar las relaciones de parasitismo/mutualismo entre el periurbano y la ciudad (Garamendy et.al. 2002; Morello. 2002).

Entendemos, por todo lo expuesto, que se justifica la pertinencia de la línea temática de los estudios de la agricultura periurbana dentro de las incumbencias de la ecología urbana.


El caso del “cinturón verde” de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA)

En Argentina, se denomina “cinturón verde” al espacio periurbano conformado por una trama de quintas o huertas familiares –y otras de características más empresariales- que rodean a las grandes ciudades, cuya producción se destina especialmente a verduras de hoja y hortalizas de estación. La lógica de localización de estas actividades altamente intensivas en el uso de los factores de la producción (tierra, trabajo y capital) responde a su cercanía geográfica con respecto a los grandes centros urbanos, aprovechando intersticios o zonas de vacancia para establecerse. Desde un punto de vista económico, el “cinturón verde” cumple funciones de abstecimiento alimentario a la población de la ciudad (Di Pace, Crojethovich y Barsky. 2005).

Los cinturones hortícolas alrededor de las ciudades fueron la primera manifestación de la horticultura en Argentina a fines del siglo XIX. Con la profundización del capitalismo y el crecimiento del mercado interno a lo largo del siglo XX, se fueron dando una serie de relocalizaciones de los cultivos hortícolas a nivel nacional. Mundt (en Vigliola y otros. 1991, p. 5) clasifica a las zonas hortícolas argentinas en la actualidad en tres tipos: cinturones verdes (quintas o huertas familares que rodean a los grandes centros urbanos y producen verdura de hoja y hortalizas de estación); zonas hortícolas especializadas (huertas especializadas en pocos cultivos, con presencia de mano de obra asalariada; generalmente extrapampeana: ajo y cebolla en la región de Cuyo); y áreas de horticultura extensiva (zonas con cultivos mecanizados donde se siembran superficies significativas, se los rota con cultivos no hortícolas y el destino de la producción puede ser industrial, como Balcarce –sudeste de la provincia de Buenos Aires- en papa).

Si se realiza una descripción muy sintética de cómo se fue configurando la organización espacial de la metrópolis Gran Buenos Aires a lo largo del siglo XX, podría decirse que en un principio la misma fue consolidándose geográficamente en un punto central –la ciudad capital- y que, en sus alrededores, se fueron sucediendo una serie de suburbanizaciones sucesivas, verdaderas oleadas aglomerativas que fueron desarrollándose al compás de los procesos socioeconómicos. En los inicios de 1900, con el modelo agroexportador en pleno auge, la zona nuclear ya estaba muy densificada urbanísticamente. En su periferia, que se extendía hasta unos 20 kilómetros, se estaba desarrollando un cordón industrial que respondía a la demanda de ese mercado en crecimiento. A partir de la crisis capitalista de 1930 y la conformación de un modelo semi-cerrado de sustitución de importaciones por la vía de la industrialización, ese primer cordón terminó de saturarse y comenzó a desarrollarse un segundo cordón, cuyo crecimiento se aceleró cuando el modelo pasó a su fase madura en los años sesenta, momento en que la industria semi-pesada se localizó a unos 60 kilómetros de la Capital (Ludueña. 2001).

Con la crisis del mercado interno de consumo y la desindustrialización, acaecidos desde mediados de los años setenta en adelante, se pasó a una etapa de desaceleración de los fenómenos urbanos. La situación se revierte en los años noventa cuando, por vía de la consolidación de un modelo aperturista -un nuevo régimen de acumulación comandado por los sectores financiero y de servicios, con una importante presencia del capital internacional-, una serie de emprendimientos, tecnologías y servicios urbanos desembarcaron a través de las autopistas más allá del segundo cordón, hasta unos 90 kilómetros de distancia, reconfigurando y complejizando el periurbano.

En la década del ochenta R), introdujeron en el debate académico del medio local la problemática del manejo de la agricultura periurbana en el Gran Buenos Aires. Asimismo, en 1992 el geógrafo Horacio Bozzano coordinó un estudio sobre el borde periurbano de Buenos Aires en el Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de La Plata. A fines de esa década, el agrónomo Roberto Benencia dirigió en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires un estudio de grandes dimensiones sobre los horticultores de la Area Metropolitana. A partir de los años noventa, se incrementaron de manera importante los estudios sobre áreas periurbanas no sólo de Buenos Aires (15), sino también en el interior del país (16).

Como se ha mencionado, el periurbano agrícola de la Región Metropolitana de Buenos Aires fue complejizándose como cinturón verde a lo largo del siglo XX. Un trabajo de Benencia (1984) basado en diferentes censos agropecuarios muestra que en 1914 en los alrededores de Buenos Aires se producían: vacunos, maíz, leche, lino, batata y porcinos; en 1937: frutales, vacunos, maíz, leche y alfalfa; y en 1969 alcauciles, apio, tomate, vacunos, aves, maíz, zapallo y leche. Los Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002 y los Censos Hortícolas de 1998 y 2001 muestran una creciente heterogeneidad de cultivos a campo y bajo cubierta: acelga, alcaucil, apio, berenjena, bróccoli, cebolla de verdeo, chaucha, choclo, coliflor, escarola, espinaca, frutilla, hinojo, lechuga, perejil, pimiento, puerro, remolacha, repollo blanco y colorado, tomate y zapallito.

En definitiva, la evolución productiva y relocalización del cinturón estuvo relacionada con complejos fenómenos socioeconómicos: los procesos de suburbanización acelerada en la metrópolis, la aparición de nuevas zonas hortícolas especializadas en otras zonas del país, la evolución del mercado, del sistema de comercialización, etc. Asimismo, en las últimas décadas se han registrado importantes cambios en la composición demográfica y cultural de los agentes productivos: de la presencia de quinteros portugueses e italianos desde principios de siglo XX a la fuerte “bolivianización” –impacto de la migración boliviana-, registrada en vastos sectores hortícolas de la RMBA a partir de los años setenta y ochenta (Benencia. 2004; Grimson. 2000) (17).

La llegada de los bolivianos se produjo en los años setenta en el partido de Escobar, ubicado en el eje Norte, conformándose desde allí un núcleo de difusión hacia el resto de la RMBA (18). Por lo tanto, uno de los fenómenos fundamentales registrados en las últimas décadas en Buenos Aires es la “bolivianización” de gran parte de su periurbano, la que se difundió a través de relaciones sociales de “mediería” (19). En los últimos 25 años, la migración boliviana le ha dotado de una impronta espacial particular al cinturón verde. Los posteriores procesos de periurbanización acelerada registrados en los años noventa generaron una tensión entre los usos del suelo preexistentes y los nuevos emprendimientos privados. Esta nueva situación supone una alteración de esos patrones de asentamiento y aprovechamiento del medio físico (20).

En las últimas décadas la agricultura perimetral de Buenos Aires “amplió el radio del espacio que consideramos periurbano e incorporó nuevas demandas de alimentos que pueden ser eficientemente provistas desde áreas vecinas, sea por su elevada perecibilidad o volumen (verduras de hoja), o porque son intensivas en el uso del espacio (avicultura, horticultura, floricultura, etc.) (..) la actividad rural ha continuado en crecimiento” (Gutman et.al. 1987, p. 24). En la actualidad, el cinturón verde abarca unas 17.000 hectáreas hortícolas y 1.200 florícolas. Forma parte de un paisaje de usos muy heterogéneos de la tierra. Lejos de ser compacto, presenta importantes discontinuidades e interrupciones (Di Pace, Crojethovich y Barsky. 2005). Las recientes transformaciones sociales, ambientales y territoriales de los espacios hortícolas del periurbano requieren ser estudiadas (21) (22).


Notas

(1) Esta afirmación no debe ser tomada en un sentido literal. No se le está atribuyendo al espacio la potestad de “correrse de lugar” como si tuviera entidad propia. Ante el avance de la urbanización, cambian sus atributos y ciertas funciones van pasando a otros territorios, los cuales se perfilan como nuevos espacios periurbanos. En definitiva, son procesos sociales que se espacializan en el territorio. Críticas a concepciones espacialistas rígidas, tanto en el campo de la geografía como en el de la economía, pueden consultarse en Reboratti (1989. p. 73) y Borello (2002).

(2) “Un hecho especialmente significativo es la heterogeneidad y mezcla de usos del suelo. Usos muy heterogéneos coexisten unos al lado de otros (..), desde el terreno construido con alta densidad a las industrias, basureros, campos de cultivo y espacios naturales. (..) Es una de las áreas más críticas del Globo, porque en pocas partes de la superficie terrestre existen espacios que: 1) hayan conocido una tan larga e intensa evolución histórica; 2) tengan tal diversidad y mezcla de usos del suelo; y 3) donde el medio natural esté sometido a tan intensas presiones.” (Capel. 1994, pp. 139-140).

(3) “En los primeros estudios realizados sobre el espacio periférico se le denominaba con nombres jurídicos de resonancia medieval (banlieu, “alfoz”), con otros que expresaban inferioridad y sometimiento (Suburb, “suburbano”, términos que remiten también a los medievales suburbia), o que aludían a su carácter intermedio entre lo urbano y lo rural (“rur-urbano”); más tarde se pasó a denominaciones neutras que aludían simplemente a la localización circunurbana (urban-fringe, “periurbano”) hasta llegar finalmente a la dispersed-city, ville éparpillée o “ciudad difusa”, y a la “ciudad-región”.” (Capel. 1994, p. 139). Cuando se remite al periurbano de Buenos Aires, Horacio Bozzano (2000) hace referencia a la franja o ámbito periurbano, el rur-urbano o lo rural-urbano, la interfase ciudad-campo, el área de reserva complementaria o de ensanche urbano, zona difusa y cinturón de especulación inmobiliaria. En este sentido, resulta interesante constatar la cantidad de definiciones que se han realizado sobre el tema y las diferencias que muchas veces presenta su alcance geográfico.

(4) Zamorano habla de periurbano como “..un área de límites indecisos y muy móviles en donde se lleva a cabo la interpenetración de lo urbano y lo rural”. Zárate Martín (en Puebla. 2004, p. 7) sostiene que “la franja periurbana tiene límites imprecisos, es el lugar donde se mezclan los usos del suelo y las formas de vida del campo y la ciudad, y en ella se producen los cambios morfológicos, funcionales y de población más rápidos y profundos de todo el espacio urbano”.

(5) Los círculos concéntricos ideales presentaron “deformaciones” a medida en que el autor introdujo nuevos elementos al modelo: la presencia de un río, una ruta, otras ciudades, diferencias de fertilidad del suelo, etc.

(6) Ciudad-jardín, modelo urbano concebido a principios del siglo XX que propone la síntesis entre la vida en la ciudad y la vida en el campo. La moda de las ciudades-jardín surgió a partir de dos ideas fundamentales de finales del siglo XIX: por una parte, una cierta utopía política que intenta crear una comunidad autárquica concebida como grupos de casas unifamiliares que superen el antagonismo entre ciudad y campo, y por otra parte, el problema del alojamiento de los obreros como consecuencia de una creciente industrialización. La idea de la ciudad-jardín aparece en la obra de Ebenezer Howard (1850-1928), Tomorrow: a Peaceful Path to Social Reform (Mañana, un camino pacífico hacia la reforma social), publicada en 1898, en la que preconiza la creación de ciudades de 30.000 habitantes económica y espacialmente independientes. Howard propone un esquema de ciudad concéntrica edificada alrededor de un parque central y dividida en seis sectores de actividad. En 1903, después de haber reunido los fondos necesarios y creado la Garden City Association, Howard encarga la realización de la primera experiencia de ciudad-jardín en Letchworth (Hertfordshire) a Raymond Unwin y Barry Parker. El modelo de Howard se extiende rápidamente por el continente y por Estados Unidos. (Fuente: Enciclopedia Encarta. 2002).

(7) “..la periferia ha tenido tradicionalmente características muy diferentes en las ciudades latinas y anglosajonas: es el lugar de residencia de las clases adineradas en el Suburb norteamericano y es el lugar de los barrios populares e incluso del chabolismo y de la autoconstrucción en los suburbios de nuestras ciudades...” (Capel. 1994, p. 137).

(8) Teniendo en cuenta que en el periurbano se registran impactos ambientales muy intensos, vale mencionar que los procesos de remoción de suelos que se registran en estas áreas (el suelo como materia prima para la producción de ladrillos, tierra para jardín, panes de tierra para plantas en maceta, etc.) han generado procesos de decapitación de los horizontes superficiales, fenómeno que se conoce con el nombre de geofagia (Morello. 2001). Asimismo, la incorporación de residuos sólidos y efluentes domiciliarios, agrícolas e industriales en el suelo (el suelo como soporte) ha generado un nuevo tipo de suelo: móvil, quebradizo, con alto contenido orgánico, compuesto de sustancias tóxicas y gases en su interior. En el caso de la agricultura periurbana, es una actividad que requiere la aplicación intensiva de agroquímicos, los cuales se incorporan en solución directamente al suelo. También debe mencionarse que en el periurbano se registran distintos tipos de demanda intensiva del agua de los acuíferos, con consecuencias como la formación de conos de depresión por extracción excesiva o la contaminación orgánica y química de los mismos por procesos de lixiviado, generados desde pozos ciegos, basurales clandestinos, etc.

(9) “Los espacios naturales y agrarios próximos a las ciudades son los más accesibles y por ello los más necesitados de protección. Hay que considerarlos como un recurso amenazado por transformaciones irreversibles” (Capel. 1994, p. 141).

(10) Margalef (1986) sostiene que el ecosistema rural y el urbano son ambos sistemas abiertos, alejados del equilibrio, que tienden a maximizar su tasa de disipación, aunque es el ecosistema urbano donde esta tasa es mayor, y para mantener esa diferencia se apropia de los recursos del ecosistema menos maduro y más productivo, aumentando la heterogeneidad general.

(11) Coincidimos con la mirada de Virginio Bettini (1998. pp. 57-58; texto modificado), quien afirma que “aplicando algunos de los términos de la ecología clásica al estudio de la sociedad, los “ecólogos urbanos” de la Escuela sociológica de Chicago cometieron uno de los errores metodológicos más funestos de la historia del pensamiento moderno”. En este punto, nos ha sorprendido la postura de Bettini, quien –desde la perspectiva de la ecología urbana- afirma que la Escuela de Chicago de ecológica no tiene nada, sino que posee una mirada estrictamente sociológica de la ciudad . Sin embargo, desde un punto de vista geográfico tal vez valga la pena rescatar la preocupación de la Escuela sobre la organización espacial de la ciudad, más allá de haberlo hecho a través de un enfoque organísmico, transvasado -sin más- al análisis de la sociedad.

(12) Resulta interesante señalar que la obra está situada en un momento en que comenzaba a visualizarse que el fenómeno urbano pasaba a ser central para entender la organización del territorio. Lefebvre sostiene que: “Observo que hay un proceso real, el de la urbanización, a partir de la industrialización, y que el problema consiste en conocer ese proceso y dominarlo. (..) Marx concibió la industrialización como un proceso que había que conocer y dominar. A mi parecer el problema ha cambiado. Hoy tenemos un problema nuevo, que no suprime el planteado por Marx, y que consiste en conocer y dominar el proceso de urbanización. (..) La novedad pues, (..) es que el proceso de urbanización reemplazará más y más al proceso de industrialización…. Con la problemática urbana, que es una problemática nueva, el objeto sigue siendo el conocimiento y dominio de un determinado proceso.” (1971, p. 222; texto levemente modificado; las negritas son nuestras).

(13) En los años ochenta y noventa, se ha producido una gran cantidad de trabajos sobre el periurbano en el hemisferio norte, lo cual excede los alcances del presente trabajo.

(14) Actualmente, ocupa intersticios vacantes de tejido urbano en partidos del segundo cordón y se extiende en partidos del tercer cordón.

(15) Elena Chiozza (2000) y Horacio Bozzano (2000) reflexionaron sobre el fenómeno en general; Jorge Morello y Silvia Matteucci formaron el Grupo de Ecología del Paisaje de la UBA (GEPAMA. 2002), una de cuyas líneas de investigación es “Gestión de fronteras urbano-rurales”; Ada Nemirovsky (1999) estudió a los quinteros portugueses de La Matanza; Carmen Mao, Daniela Nieto y Laura Molina (1998) estudiaron la floricultura periurbana en la zona de La Plata; Nidia Tadeo y equipo (1993) y Claudia Carut (2000) estudiaron el cinturón verde platense, entre otros aportes.

(16) Patricia Propersi (1999) y equipo estudiaron la horticultura periurbana de Rosario; Garamendy y equipo (2002); Rosenthal y equipo (2002); y Vitteri y Carrozi (2003) estudiaron el periurbano de Mar del Plata; Hughes y Owen (2002) estudiaron la presencia de bolivianos en el valle inferior del río Chubut; entre otros.

(17) A mediados de siglo se registró la llegada de migrantes japoneses, los cuales se han dedicado a la actividad florícola.

(18) “Muchos de estos migrantes que se instalaron principalmente en la zona de Escobar, eran indocumentados y su condición era frágil, pero en un término de 20 años desplazaron a los portugueses e italianos que eran los quinteros del área. Un boliviano entraba como peón, mediero, arrendatario y llegaba a ser propietario, cosa que no pasaba con el trabajador argentino que, en cambio, tenía una movilidad descendente”. (Benencia, en IDES. 2004, p. 6).

(19) “A fines de los '80 con un equipo interdisciplinario desde la Facultad de Agronomía, tuvimos como objeto estudiar los cambios productivos y tecnológicos que ocurrían en las periferias de Buenos Aires. Ahí escuchamos hablar de la mediería por primera vez, la que conocíamos como una forma pre-capitalista de producción agrícola de la cual no se podían obtenerse tasas de ganancia. Esta nueva figura estaba representada por el migrante boliviano, que venía con su sistema familiar de trabajo.” (Benencia, en IDES. 2004, p. 4).

(20) Para ello, debe tenerse en cuenta las transformaciones operadas en el espacio hortícola periurbano. “Durante los años 90, y como consecuencia de los cambios operados en las dos décadas anteriores, la horticultura del cinturón verde presentaba un panorama en el que se destacaban: a) la existencia de procesos de concentración y diferenciación entre productores; b) la consolidación de la mediería, ligado a la inmigración de familias bolivianas; c) el avance de un proceso de modernización tecnológica, junto a los atisbos de una incipiente especialización productiva en el marco de recurrentes crisis de sobreoferta de productos y un mercado que estaba dispuesto a pagar buenos precios sólo por productos de excelente calidad y presentación; y d) la crisis económico-financiera que atravesaban gran parte de los productores, que ponía en muchos casos en serio peligro su continuidad en la actividad. (..) La difusión del invernáculo (para cultivos hortícolas de clima templado: apio, tomate, pimiento) se complementó a la perfección con los cambios operados en el mercado de consumo y trajo aparejado un proceso muy acelerado en lo que respecta a la transformación de la estructura productiva del área periurbana” (Benencia. 1997, pp. 39-41; texto levemente modificado).

(21) El Area de Ecología Urbana de la Universidad de General Sarmiento está comenzando a trabajar en una línea de investigación en la que se propone investigar acerca de los cambios sociales, territoriales y aspectos tecno-ambientales registrados en el sector noroccidental del periurbano hortícola de Buenos Aires. Particularmente, la preocupación está centrada en un espacio perimetral que se ha constituido como epicentro de profundas transformaciones territoriales en los últimos quince años: el partido de Pilar. El partido de Pilar, con una superficie de 352 Km2, se encuentra localizado sobre el denominado eje Norte de crecimiento de la Región Metropolitana, al cual se dirigió el 80 % de la inversión en la aglomeración en la década del noventa. El Censo Nacional de Población de 2002 señala que su población actual es de 231.000 habitantes. La zona ha sido el área de mayor crecimiento demográfico (pasó de 84.429 a 231.176 habitantes entre 1980 y 2001) y de mayor recepción de volúmenes de inversión (entre 500 y 1.000 millones de dólares, predominando los emprendimientos ligados a la construcción de infraestructura urbanística y de servicios, aunque también en el sector industrial manufacturero) de todo Buenos Aires en la última década y media. Convive con esta nueva realidad la producción primario-intensiva. El Censo Nacional Agropecuario 2002 señala que en Pilar se destinan 1185 hectáreas a la producción agropecuaria, de las cuales 467,9 (40 %) se utilizan para la producción hortícola. Esto marca su fuerte especialización. A su vez, el Censo divide entre 467,9 hectáreas de horticultura a campo y 30.500 metros cuadrados de horticultura bajo invernáculo, mostrando un claro perfil en producción de “hoja verde” y la magnitud del fenómeno de producción bajo cubierta. Por otra parte, de un total de 101 explotaciones en el partido, 59 son arrendadas (59 %) y de 1591,7 hectáreas de tierras privadas, 790,6 (50 %) están en arrendamiento. Todas situaciones clásicas de áreas hortícolas. La horticultura en Pilar se desarrolla especialmente en las zonas de Zelaya, Derqui y Manzanares.

(22) Con respecto a los estudios sobre la agricultura periurbana en el partido de Pilar, debe señalarse que, a pesar de la intensidad de los cambios en los usos del suelo registrados en la última década y media, hay una notoria ausencia de estudios específicos al respecto. Sí los hay sobre el “desembarco” de countries y barrios cerrados en el partido. En ese sentido, los urbanistas Horacio Torres, Juan Lombardo, Iliana Mignaqui, Daniela Szajnberg y Sonia Vidal-Koppmann, entre otros, se han preguntado por las implicancias socio-espaciales resultantes de estos procesos de periurbanización acelerados acaecidos en Pilar. Asimismo una preocupación sobre el impacto de estos emprendimientos identificando el periurbano como unidad de análisis puede encontrarse en el trabajo de Paiva y otros (2000) y Gómez y otros (2001). Por otra parte, en el año 2000 la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) –a través de su asignatura Laboratorio Intermenciones- realizó un diagnóstico ambiental del partido (Herrero et.al. 2002), y generó un documento que señala algunas de las importantes reestructuraciones territoriales ocurridas en la localidad. Ese mismo año, la cátedra de Planificación Urbana de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires - cuyo titular es David Kullock- realizó un diagnóstico urbano del partido coordinado por Daniela Szanjberg (Addeo Leivas et.al. 2000). Desde la gestión pública, en 2002 la Municipalidad de Pilar ha realizado un relevamiento y actualización de los usos de usos del suelo a través de un estudio encargado a la consultora Tecsapilar. El urbanista Leonardo Fernández, investigador del Area de Ecología Urbana de la UNGS, participó en este trabajo y nos ha informado, a partir de su conocimiento del tema, que más de un 25 % del territorio del partido está actualmente en trámite de cambios de usos del suelo ante la Dirección de Ordenamiento Urbano de la Provincia de Buenos Aires.

FORMULACIÓN DE LINEAMIENTOS ESTRATÉGICOS PARA EL TERRITORIO METROPOLITANO DE BUENOS AIRES

Subsecretaría de Urbanismo y Vivienda del Ministerio de Infraestructura, Vivienda y Servicios Públicos
Dirección Provincial de Ordenamiento Urbano y Territorial
Provincia de Buenos Aires

FORMULACIÓN DE LINEAMIENTOS ESTRATÉGICOS PARA EL TERRITORIO METROPOLITANO DE BUENOS AIRES









Transformaciones en la estructura, la producción y la mano de obra en la actividad agropecuaria en torno a la Ciudad de Buenos Aires

Roberto Benencia y Germán Quaranta




















Buenos Aires, 11 de julio de 2006.


Síntesis y objetivos del documento


El objetivo de este estudio es abordar las transformaciones acontecidas en las producciones agropecuarias del área rural que circunda la Ciudad de Buenos Aires, que se analizan a partir de la comparación de la información brindada por los censos nacionales agropecuarios de 1988 y 2002, y los censos hortícolas bonaerenses 1998 y 2001.

Se observa, en general, en el área un perfil socio-productivo dominado por productores en edades centrales o avanzadas y bajo nivel educativo, cuyas explotaciones están registradas como personas físicas, la tenencia de la tierra mayormente es en propiedad, y algo más de 7 de cada 10 establecimientos tienen hasta cien hectáreas. Resulta interesante remarcar que una alta proporción de los productores viven en sus establecimientos y no desempeñan otra actividad económica.

A través de la década del noventa se observa una caída de los establecimientos y de la superficie agropecuaria; sin embargo, en torno de la Ciudad de Buenos Aires existen todavía, a pesar del avance urbano, actividades agropecuarias de relevancia social y productiva; se trata tanto de producciones agrícolas intensivas como de otras más típicamente pampeanas. De esta manera, la suma de las explotaciones hortícolas, florícolas y ganaderas superan los 2/3 del total de los establecimientos. La práctica de agricultura para granos es de menor importancia con respecto al total de explotaciones, pero la superficie dedicada a estos cultivos se incrementó entre ambos censos.

En este marco, las actividades agropecuarias de mayor difusión en el área son la horticultura y la ganadería de cría, que involucra a más de la mitad de los establecimientos. La actividad ganadera incluye diferentes situaciones: por un lado, aparecen los productores que viven en el campo, mayormente de origen rural y, por otro, sujetos extra agrarios que se incorporan a la producción agropecuaria desde otra profesión.

Por su parte, las quintas hortícolas presentan diferencias en lo que respecta a sus características socio-productivas, según zona y tipo de establecimiento. En todas las zonas se observa alta presencia de explotaciones familiares, aunque en el Norte son la mayoría de los establecimientos. La zona Sur, que explica gran parte de las unidades de producción del cinturón, se caracteriza por la presencia de relaciones de mediería y la difusión del invernáculo. El Oeste, por su parte, presenta como rasgos distintivos la utilización del trabajo asalariado en las explotaciones empresariales y el carácter extensivo de la actividad.

En la zona Sur actualmente se concentra la mayor parte de la actividad hortícola, que se realiza con los niveles tecnológicos más avanzados. Esto se refleja en la amplia difusión del invernáculo. En los últimos años se observa un desplazamiento de antiguos productores y su reemplazo por productores de nacionalidad boliviana. Estos mayormente se encuentran al frente de explotaciones familiares cuya forma de tenencia corresponde al arrendamiento en exclusividad.

Finalmente, se observa la necesidad de favorecer la permanencia de modalidades de ruralidad “clásica” que acompañen los nuevos usos del espacio en los procesos de configuración territorial. A la vez, resulta de vital importancia avanzar en la regulación efectiva de la producción y distribución de alimentos, así como en la formalización de las relaciones laborales.


Primera parte:

El sector agropecuario alrededor del Área Metropolitana Bonaerense
























Introducción

En torno a la ciudad de Buenos Aires existió tradicionalmente una amplia actividad agropecuaria favorecida en muchos casos por la clásica lógica de abasto de producción a la demanda de la población del centro urbano. De ese modo, fueron características frecuentes del área rural que circunda esta ciudad la presencia de la actividad lechera y hortícola. Inclusive hasta mediados del siglo XX la producción de frutas en las islas del delta bonaerense más próximas al centro metropolitano solía atender las necesidades de sus consumidores. También la ganadería bovina para carne y, en menor medida, la agricultura de granos marcaron el perfil del espacio rural que rodeaba a la Ciudad de Buenos Aires.

La expansión urbana y los nuevos usos de los territorios rurales transformaron la configuración espacial de las zonas rurales en torno al área metropolitana bonaerense. Estos cambios son el resultado de la yuxtaposición de diferentes procesos de distinta índole que se expresan, entre otras cosas, en el avance de la ciudad, en modificaciones de las actividades agropecuarias y en nuevos usos recreativos y residenciales de estos espacios.

Este trabajo, con los límites propios de una mirada sectorial, analiza las transformaciones en la actividad agropecuaria en torno a la Ciudad de Buenos Aires, focalizando en la estructura agraria, la producción y la mano de obra. De este análisis, como veremos más adelante y en detalle, emergen algunas conclusiones más previsibles, que se orientan a la retracción de la actividad agropecuaria en el área de referencia, y otras menos esperables, que muestran tendencias comunes a lo acontecido en el conjunto de la provincia.

Esta parte del informe se organiza de la siguiente manera. En primer lugar, se detallan los aspectos metodológicos, en segundo lugar se analiza el estado del arte de los estudios sobre la actividad agropecuaria en torno a la Ciudad de Buenos Aires en la actualidad, en tercer lugar se abordan las características de la estructura agraria, en cuarto lugar, las producciones agrícolas y ganaderas, en quinto, el perfil que asume la mano de obra del productor y su familia así como los trabajadores asalariados.

Aspectos metodológicos

Esta parte del documento utiliza fundamentalmente procesamientos especiales de información correspondientes a los Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002 . La disponibilidad de ambos censos permite realizar un estudio diacrónico de las variables consideradas para observar las transformaciones operadas en las estructuras agrarias y producciones agropecuarias de la zona en estudio.

El área que abarca el estudio corresponde a los partidos ubicados en torno a la ciudad de Buenos Aires delimitados por la Ruta N° 6, incluyendo aquellos atravesados por dicha ruta. Se diferencian tres grandes zonas para las cuales se presenta la información procesada.

El Sur comprendido por los siguientes partidos: Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Berisso, Cañuelas, Ensenada, Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, La Plata, Lomas de Zamora, Monte, Presidente Perón, Quilmes, San Vicente.

El Oeste: Gral. Las Heras, Gral. Rodríguez, La Matanza, Lujan, Marcos Paz, Merlo, Moreno, Tres de Febrero.

El Norte: Campana, Escobar, Exaltación de la Cruz, Gral. San Martín, José C. Paz, Malvinas Argentinas, Pilar, San Fernando, San Isidro, Tigre, Vicente López, Zárate.

Se presenta la siguiente información: forma jurídica de las explotaciones, régimen de tenencia de la tierra, tamaño de los establecimientos, las diferentes actividades productivas agropecuarias, mano de obra ocupada en las unidades productivas, y pluriactividad de los productores.

A partir de esta comparación se obtendrá una caracterización de la actividad agropecuaria en torno a la Ciudad de Buenos Aires en la actualidad y las transformaciones experimentadas por la misma a través de la década del ‘90.

Algunas consideraciones sobre el área rural y las producciones agropecuarias del AMBA

En torno a la Ciudad de Buenos Aires se observan diferentes lógicas de ocupación del espacio ligadas a territorios rurales y producciones agrarias. Así, se destacan los nuevos usos residenciales y recreativos, las producciones intensivas de hortalizas y la floricultura, y actividades agropecuarias de corte extensivo, tradicionalmente pampeanas. Estos procesos, por un lado, reflejan el retroceso de la frontera agraria frente a la expansión de la frontera urbana y, por otro, los cambios en las actividades agropecuarias (Bossano: 2000; Chiozza y otros: 2000).

En los últimos años se observan, en las distintas zonas del Área Metropolitana Bonaerense (AMBA) transformaciones importantes en las lógicas de ocupación territorial. Algunos de estos procesos son más específicos o localizados, y otros, comunes al conjunto del área.

Un cambio localizado corresponde a las modificaciones que experimentan las islas del delta en los partidos de Tigre y San Fernando en la zona Norte. Estos cambios, en curso desde la mitad del siglo pasado, han desplazado la producción de frutas y cítricos favoreciendo la de mimbre y la actividad forestal en explotaciones de productores pequeños y medianos de baja capitalización (Benencia y otros: 1994). En los últimos años, las islas de la primera sección se están orientando crecientemente a actividades recreativas y a casas de fin de semana; en cambio, en las de la segunda sección, por ejemplo en el partido de San Fernando, se consolida la actividad forestal (producción de álamos y sauces) en unidades medianas y grandes que utilizan trabajo asalariado (Moya: 2001).

Las actividades agrícolas intensivas (horticultura y floricultura) tienden a incrementar su importancia entre los establecimientos del AMBA sobre todo en la zona Sur, asociada a la presencia de migrantes de países limítrofes, bolivianos en la horticultura y paraguayos en la floricultura (Benencia: 1997; Ringuelet y otros: 2003).

Una transformación que, aunque con diferente acento, es común a toda el área corresponde a la retracción de la actividad lechera, que se desvinculo de la lógica abasto desplazándose hacia la cuenca oeste y la cuenca mar y sierra en la provincia de Buenos Aires. Luego de experimentar un intenso proceso de cambio tecnológico en los años ochenta, la actividad profundizó esa dirección y acentuó su concentración en la década del noventa (Barros y Figueira: 1999, Posada: 1995; Quaranta: 2003).

La actividad ganadera se encuentra también ampliamente difundida en torno a la Ciudad de Buenos Aires, en unidades generalmente de tamaño pequeño o mediano y dedicadas a la cría. En algunos casos se trata de productores de origen urbano y se expresa en modalidades específicas de pluriactividad y en la estrategia productiva de la explotación (Berger: 2002; Neiman y otros: 2002).

Finalmente, podemos señalar, a partir del ejemplo del partido de Luján, que se observan algunas tendencias comunes al conjunto de la provincia: como el aumento del tamaño medio, la caída de las explotaciones y la mayor presencia de la agricultura (Tsakougmakos y Giordano Buiani: 2005).

Este estudio señaló que la muestra de parcelas que realizó dio por resultado que la mitad de los predios incluidos en ella no correspondía a explotaciones agropecuarias. Si analizamos este dato junto a los brindados por el censo agropecuario del 2002 sobre turismo rural en las explotaciones agropecuarias del área, se observa que las actividades recreativas están disociadas de las explotaciones agropecuarias, ya que las cifras del censo son realmente muy bajas.

Estructura agraria

Explotaciones y superficie agropecuarias

En la actualidad, la estructura agraria del AMBA se compone de poco más de 4000 explotaciones, que abarcan una superficie de 606.479 ha, con una superficie media de 144,4 ha. La mayor concentración de explotaciones (55.7 %) y de la superficie de la tierra (52,0 %) se encuentra localizada en la zona Sur (Cuadro 1).



Cuadro 1: Explotaciones y superficie agropecuario según año por zona en torno al Area Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 3586 474.540,1 132,3 2340 316.068,2 135
% 42,5 50,0 55,7 52,1
Oeste 2020 232.261,3 114,9 973 146.008,7 150
% 23,9 24,5 23,2 24,1
Norte 2843 241.641,9 84,9 885 144.402,7 163,1
% 33,6 25,5 21,1 23,8
Total 8449 948.443,3 112,3 4198 606.479,6 144,4
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Si comparamos la situación actual (2002) con la información que nos provee el CNA 1988 (es decir, 14 años atrás), podemos apreciar una caída importante en el total de las explotaciones (-50,3 %) en el período, y una caída un tanto menor (-36,1 %) de la superficie, con lo que el tamaño medio de las explotaciones pasa de 112,3 ha, en la primera fecha, a 144,4 ha en 2002; registrándose un incremento de ésta del 28,5 %, en un claro proceso de aumento del tamaño medio de las explotaciones. Este es más visible en la zona Norte del área (se pasa de una superficie media de 84,9 ha a casi el doble, 163,1 ha). En este sentido, la zona Sur es la que sufre menos cambios en el período; en tanto que en la zona Oeste los valores correspondientes están alrededor de la media del área.

La caída de la superficie de las explotaciones supera el promedio del área en la zona Oeste y se ubica por debajo de éste en la zona Sur, mientras que en la Norte presenta valores similares. Gran parte de la superficie perdida entre ambos censos corresponde a superficie con pastos naturales.

Explotaciones agropecuarias según forma jurídica

Respecto de la forma jurídica que adquieren estas explotaciones, en el Cuadro 2 se puede observar que el mayor porcentaje de explotaciones en ambas fechas corresponde a la forma jurídica persona física (poco más del 70 % de las explotaciones adoptan esta forma legal en ambas fechas), a la que le sigue la forma jurídica sociedad de hecho (20 % en 1988, y 16 % en 2002); las sociedades formalizadas no llegan a alcanzar el 10 % en ambas fechas.

Cuadro 2: Explotaciones agropecuarias según zona y año por forma jurídica en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Forma jurídica Zona Sur Zona oeste Zona norte Total
1988 2002 1988 2002 1988 2002 1988 2002
Persona Física 2.660 1.855 1.377 664 2.061 582 6.098 3.101
% 74,2 79,3 68,2 68,2 72,5 65,8 72,2 65,8
Sociedad de Hecho 688 289 477 181 529 189 1.694 659
% 19,2 12,4 23,6 18,6 18,6 21,4 20,0 15,7
Sociedades Formalizadas 198 182 153 118 237 112 588 412
% 5,5 7,8 7,6 12,1 8,3 12,7 7,0 9,8
Otros 40 14 13 10 16 2 69 26
% 1,1 0,6 0,6 1,0 0,6 0,2 0,8 0,6
Total 3.586 2.340 2.020 973 2.843 885 8.449 4.198
% 100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Si el análisis lo realizamos según zona, la distribución que presenta cada una de ellas es muy similar al total del área.

Superficie de las explotaciones según forma de tenencia

Al analizar la forma de tenencia de la tierra según superficie (Cuadro 3), se puede apreciar que, en general, el porcentaje de tierras en propiedad privada es muy elevado (representa más del 70 % en ambas fechas consideradas); no obstante, se puede observar una caída relativa de dicha forma jurídica entre 1988 y 2002, ya que pasa de representar el 84,4 % (1988) a representar el 74,1 % (2002), a la vez que se observa en el mismo período un crecimiento relativo del arrendamiento, que aumenta en superficie entre las fechas consideradas, en un proceso inverso al que muestra la superficie de la tierra en general, que desciende fuertemente en el mismo período. La figura del arrendamiento pasa de representar el 9,7 % (1988) a representar el 16,5 % del total en el 2002; otra cifra que crece en el período, en términos relativos, es la que corresponde al contrato ocasional (pasa de representar el 3,6 % del total de la superficie del área en 1988, a representar el 4,4 %, en el 2002).












Cuadro 3: Superficie de las explotaciones agropecuarias según zona y año por forma de tenencia de la tierra en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Forma jurídica Zona Sur Zona oeste Zona norte Total
1988 2002 1988 2002 1988 2002 1988 2002
Propiedad privada 400.359,9 252.426 196.804,8 106.162,7 203.119,4 91.149,1 800.284,1 449.737,8
% 84,4 79,9 84,7 72,7 84,1 63,1 84,4 74,1
Arrenda-miento 57.492,1 50.373,9 19.701,6 31.793,6 14.961,2 18.191,4 92.154,9 100.358,9
% 12,1 15,9 8,5 21,8 6,2 12,6 9,7 16,5
Aparcería 1.486,5 764,5 1.205,2 1.210,0 3.398,2 4.867,0 6.089,9 6.841,5
% 0,3 0,2 0,5 0,8 1,4 3,4 0,6 1,1
Contrato accidental 9.808,7 5.474,2 9.379,1 3.532,0 14.582,9 17.892,0 33.770,7 26.898,2
% 2,1 1,7 4,0 2,4 6,0 12,4 3,6 4,4
Ocupación con permiso de tierras privadas 3.024,6 5.112,3 4.323,1 1.253,4 4.737,2 3.858,7 12.084,9 10.224,4
% 0,6 1,6 1,9 0,9 1,9 2,7 1,2 1,7
Ocupación de hecho de tierras privadas 1.674,3 129,5 502,6 61,8 662,9 602,0 2.839,8 793,3
% 0,4 0,0 0,2 0,0 0,3 0,4 0,3 0,1
Otros 694,0 1.784,6 344,9 1.995,6 180,1 7.841,8 1.219,0 11.622,0
% 0,1 0,6 0,1 1,4 0,1 5,4 0,1 1,9
Total 474.540,1 316.068,2 232.261,3 146.008,7 241.641,9 144.402,0 948.443,3 606.479,6
% 100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Según zona, podemos apreciar que los dos procesos comentados a nivel de área se repiten de manera similar en ellas, pero con algunas particularidades: en el Sur cae menos que en el área el porcentaje relativo de la propiedad privada entre ambas fechas; en tanto que en el Norte, la caída relativa es importante (de representar el 84,1 % en 1988, pasa a representar el 63,1 % en el 2002), y mientras que el arrendamiento crece relativamente del 12,1 % (1988) al 15,9 % (2002) en el Sur -debido, probablemente, al crecimiento de los arrendamientos bolivianos entre ambas fechas-; en el Oeste y en el Norte se aprecia un incremento importante en el crecimiento (en números absolutos y relativos); en el Oeste el porcentaje de tierras en arriendo pasa del 8,5 (1988) al 21,8 % (2002), y en el Norte, del 6,2 % al 12,6 %; que muestra con claridad el avance de los cultivos oleaginosos en el área (principalmente, soja).

Por su parte, el contrato accidental sólo crece de manera absoluta y relativa en el Norte, pasando de 14.600 ha sembradas con oleaginosas, en 1988, a 17.900 ha en 2002, y del 6,0 % al 12,4 % del total. Esta es otra forma de observar el avance de la soja en el área.




Las explotaciones agropecuarias por estrato de tamaño

La explotaciones por estrato de tamaño (Cuadro 4) se distribuyen de la siguiente manera: en ambas fechas, las explotaciones de 25 ha y menos representan un porcentaje cercano al 60 % del total (58,5 % en 1988 y 56,2 % en 2002); en tanto que las de 100 ha y más representan el 20 % en 1988 y el 26,2 % en 2002; este crecimiento relativo estaría indicando cierto proceso de concentración de la tierra.

Cuadro 4: Explotaciones agropecuarias según zona y año por estrato de tamaño en hectáreas en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Estrato de tamaño Zona Sur Zona oeste Zona norte Total
1988 2002 1988 2002 1988 2002 1988 2002
Hasta 5 1.232 901 522 241 932 264 2.686 1.406
% 34,4 38,5 25,8 24,8 32,8 29,8 31,8 33,5
5,1 a 25 956 556 471 186 833 212 2.260 954
% 26,7 23,8 23,3 19,1 29,3 24,0 26,7 22,7
25,1 a 50 297 134 242 101 370 105 909 340
% 8,3 5,7 12,0 10,4 13,0 11,9 10,7 8,1
50,1 a 100 300 164 300 135 306 99 906 398
% 8,4 7,0 14,9 13,9 10,8 11,2 10,7 8,1
100,1 a 500 615 433 416 259 337 145 1.368 837
% 17,2 18,5 20,6 26,6 11,9 16,4 16,2 19,9
Mas de 500 186 152 69 51 65 60 320 263
% 5,2 6,5 3,4 5,2 2,3 6,8 3,8 6,3
Total 3.586 2.340 2.020 973 2.843 885 8.449 4.198
% 100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Si el análisis lo realizamos según zonas, puede apreciarse que el porcentaje de explotaciones más pequeñas (de 25 ha y menos) es más elevado en el Sur en ambas fechas consideradas, superando levemente el 60 %; en tanto que cae en el Oeste y en el Norte. Por su parte, el proceso de concentración en explotaciones de mayor tamaño (100 ha y más) observado a nivel de área es más relevante en el Oeste y en el Norte, donde se aprecia un crecimiento relativo de 7 y 9 puntos porcentuales, respectivamente, entre ambas fechas (1988 y 2002).

Producciones agropecuarias

Agricultura extensiva: Cereales y oleagionosas

Se puede apreciar que la producción de cereales en el área (Cuadro 5) ha crecido en superficie sembrada, entre 1988 y 2002, en un 14,0 %, si bien ha caído el número de explotaciones dedicadas a esta actividad entre ambas fechas en un 56,4 %; de tal manera, la superficie media de las explotaciones productoras de cereales creció en un 176,3 %. En 1988, la superficie cultivada con cereales representaba el 4,6 % del total de la superficie del área, en tanto que en 2002 representa el 8,3 % del total de la superficie de las explotaciones en esa fecha.
Cuadro 5: Explotaciones y superficie con producción de cereales según año por zona en torno al Area Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 238 13.000,5 54,6 112 15.050,5 134,4
% 30,3 29,8 34,3 30
Oeste 262 13.224,2 50,4 120 14.064,5 117,2
% 33,4 30,3 36,8 28
Norte 284 17.447,2 55,7 94 21.057,5 224,0
% 36,2 54,7 28,9 42
Total 784 37.158,3 55,7 326 50.172 153,9
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

El mayor cambio en este sentido se produjo en la zona Norte, donde la superficie cultivada con cereales creció un 20,7 % entre ambas fechas, a pesar de que las explotaciones descendieron un 67,0 % en igual período (en el Sur decrecieron un 53 %, y en el Norte, un 54 %).

Las explotaciones dedicadas a la producción de oleaginosas de primera en 2002 (Cuadro 6), básicamente soja, han decrecido en un 53 % respecto de 1988, mientras que su superficie se ha mantenido estable; de ahí que la superficie promedio de dichos establecimientos ha pasado de 80,1 ha (1988) a 169,8 ha (2002); es decir que se produjo un crecimiento de más del 100 %. La producción de oleaginosas de primera representaba en 1988 un 3,9 % del total de producciones del área; en tanto que en 2002, este porcentaje asciende al 6,1 %. La zona Norte, donde esta producción es preponderante, representaba en 1988 el 54,7 % del total de la superficie del área, pasando en 2002 a representar el 66,3 %; en tanto que la superficie con el mismo cultivo se ha reducido notablemente en las otras dos zonas.

Cuadro 6: Explotaciones y superficie con producción de oleaginosas de primera según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 95 9.381,0 98,7 56 7.324,0 130,8
% 20,5 25,2 25,7 19,8
Oeste 123 7.438,3 60,5 54 5.153,0 95,4
% 26,5 20,0 24,7 13,9
Norte 246 20.339,0 82,7 108 24.549,5 227,3
% 53,0 54,7 49,6 66,3
Total 464 37.158,3 80,1 218 37.026 169,8
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002
Si hacemos un análisis similar con la producción de oleaginosas de segunda (Cuadro 7), puede apreciarse que crecen las explotaciones que realizan dichos cultivos en 2002 respecto de 1988 (sobre todo en el Sur y en el Oeste), lo que provoca que la cantidad de explotaciones dedicadas a este tipo de cultivo asciendan un 27,7 %, mientras que el crecimiento de la superficie es de un 250 % entre ambas fechas. La superficie dedicada a la producción de oleaginosas representaba en 1988 el 0,7 % del total de la superficie en producción del área, y en 2002 pasa a representar el 3,9 %.

Cuadro 7: Explotaciones y superficie con producción de oleaginosas de segunda según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 17 1728 101,6 28 5626 200,9
% 16,8 25,4 21,7 23,6
Oeste 19 1.629 85,7 40 5.596 139,9
% 18,8 24 31 23,5
Norte 65 3.435 52,8 61 12.579 206,2
% 64,4 50,6 47,3 52,9
Total 101 6.792 67,2 129 23.801 184,5
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Producciones intensivas: Horticultura y floricultura

Las explotaciones hortícolas (Cuadro 8) han decrecido entre 1988-2002 un 32 % en toda el área, mientras que el descenso de la superficie cultivada fue aún mayor: 45 %, lo cual ha provocado la reducción de la superficie media de las explotaciones en un 20 %, y pasaron de 7,5 ha a 6,0 ha en el período considerado. En 1988, la superficie de las explotaciones hortícolas representaba el 1,4 % del total de la superficie de la zona, mientras que en 2002 desciende al 1,2 %.

Cuadro 8: Explotaciones y superficie con hortalizas según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 1.089 7.361 6,8 878 4.493 5,1
% 61,5 55,1 72,7 61,7
Oeste 278 3.032,1 10,9 146 1.338,8 9,2
% 15,6 22,7 12,1 18,3
Norte 407 2.964,5 7,3 183 1.455,6 8,0
% 22,9 22,2 15,2 20
Total 1.774 13.358,5 7,5 1207 7.287 6,0
% 100 100 100 100
Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002
La zona Sur del área es la que ha terminado concentrando el mayor porcentaje de explotaciones dedicadas a este tipo de cultivos (61,5 % en 1988, y 72,7 % en 2002, respecto del total); así como la mayor superficie (55,1 % en 1988, y 61,7 % en 2002, también respecto del total). Estos datos acerca del crecimiento de la zona entre censos nos permiten afirmar que en ella se ha producido un claro proceso de especialización productiva, en detrimento de las zonas Oeste (que cae del 15,6 % al 12,1 % en el total de las explotaciones, y del 22,7 % al 18,3 % en el total de superficie) y Norte (que disminuye del 22,9 % al 15,12 % en explotaciones, y del 22,2 % al 20,0 %, en superficie).

Entre el año 1988 y el año 2002 se incrementó notablemente el número de invernáculos, ya que en el año 1988 el 10% de los establecimientos con producciones hortícolas tenían invernáculos, y en el año 2002 el 40% de los mismos disponía de esta infraestructura. El crecimiento de la presencia de invernáculos fue tanto absoluto como relativo. Además, en el año 2002 existían en noventa y ocho establecimientos de los mil doscientos siete establecimientos con horticultura.

Respecto de la producción florícola (Cuadro 9), puede apreciarse que ésta se ha reducido entre 1988 y 2002, tanto en explotaciones (-59,1 %) cuanto en superficie dedicada a su producción (-64,8 %), lo cual ha provocado que la superficie media de las explotaciones decayera levemente, de 0,9 ha a 0,8 ha. Si en 1988 la floricultura representaba el 0,1 % del total de la superficie en producción del área, en 2002 dicho valor decae al 0,05 %.

Cuadro 9: Explotaciones y superficie con floricultura según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 532 342,1 0,6 311 237,4 0,8
% 77,4 56,7 77,0 76,8
Oeste 85 59,5 0,7 13 5,7 0,4
% 12,3 9,9 3,2 1,8
Norte 70 201,2 2,9 80 66,1 0,8
% 10,3 33,4 19,8 21,4
Total 687 602,8 0,9 404 309,2 0,8
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

De la misma manera que en la horticultura, se puede observar que la mayor cantidad de explotaciones y superficie dedicadas a este tipo de cultivos se registran en la zona Sur del área, en tanto que decae notablemente en las zonas Norte y, sobre todo, en el Oeste, donde casi ha desaparecido (de 167 explotaciones que se registraban en 1988, ha descendido a sólo 13, en 2002). En la zona Sur, donde se ha concentrado la producción de flores, encontramos hoy (2002) el 77,4 % de las explotaciones, que abarcan el 77 % de la superficie dedicada a estos cultivos en el área.

Ganadería mayor y menor

La actividad ganadera es una producción relevante en el conjunto de las actividades agropecuarias desarrolladas en torno a la Ciudad de Buenos Aires en la actualidad tanto como en 1988. En ambos censos cuatro de cada diez establecimientos realizaban algún tipo de producción vinculada con la ganadería bovina (Cuadro 10).

Cuadro 10: Explotaciones y cabezas bovinas según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Cabezas Cabezas promedio EAPs Cabezas Cabezas promedio
Sur 1.468 292501 199,2 831 265.635 320
% 42,4 57,8 48,6 55,1
Oeste 1.078 146783 136,1 548 157.939 288
% 31,2 29,0 32,1 32,7
Norte 913 66674 73,1 330 58.860 178
% 26,4 13,2 19,3 12,2
Total 3.459 505958 146,3 1.709 482.434 282
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002.

La distribución de los establecimientos y de las cabezas de ganado muestra patrones similares para las fechas de ambos censos con la preponderancia de la zona Sur. La diferencia se marca en el número de cabezas promedio, que se incrementa sustancialmente en todas las zonas.

Además, siguiendo el patrón del conjunto del área, los establecimientos con ganado bovino descienden un 50 %; sin embargo, el número de cabezas sólo lo hace en algo más del 4 %. La zona Oeste incrementa levemente el número de existencias bovinas en sus partidos.

Con respecto a las pasturas anuales y perennes, se observan en ambos casos descensos en las superficies implantadas con estos cultivos. Para el conjunto del área estas superficies caen aproximadamente un 40 % (Cuadros 11 y 12).

La difusión de la utilización de la técnica de manejo de pastoreo rotativo intensivo se tradujo en una mayor eficiencia de la utilización de las pasturas que permite mayor carga animal (cabezas por hectárea). Esto se puede observar en la leve caída de animales acompañada por la fuerte caída de la superficie con pasturas anuales y pasturas perennes.

Por otro lado, la suplementación en la actividad de invernada o la realización de engorde a corral, que serían otra forma de incrementar la carga, no son un práctica generalizada. El engorde a corral o feed lot aparece, según el censo del 2002, en una decena de unidades e involucra alrededor de 5.000 cabezas de ganado. Esta modalidad de la actividad puede haberse incrementado en los últimos años.

Cuadro 11: Explotaciones y superficie con forrajeras anuales según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 431 17.612,6 40,9 129 8.995,3 69,7
% 43,1 49,8 42,3 43,3
Oeste 353 11.367,2 32,2 121 9.772 80,8
% 35,3 32,1 39,6 47
Norte 217 6.410,6 29,5 55 2025,7 36,8
% 21,6 18,1 18,1 9,7
Total 1001 35.390,4 35,4 305 20.793 68,2
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Cuadro 12: Explotaciones y superficie con forrajeras perennes según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 440 38.006 86,4 266 25.801 97
% 35,4 50,7 43,9 48,5
Oeste 440 22.778,6 51,8 208 18.527,3 89,1
% 35,4 30,4 34,3 34,8
Norte 364 14.197,6 39 132 8.916,6 67,6
% 29,2 18,9 21,8 67,6
Total 1.244 74.992,2 60,3 606 53.245 87,9
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

De todas formas, la actividad productiva dominante entre las explotaciones que practican ganadería bovina es la cría. Esto también se evidencia en las explotaciones con pastos naturales y en la importancia de esta superficie en los establecimientos de la zona (Cuadro 13). Si bien se debe considerar que el número de explotaciones con pastos naturales excede el de las unidades con cabezas bovinas, igualmente se observa el peso de esta forma de alimentar el ganado, dado que los establecimientos con pasturas son un número considerablemente menor.

En la misma dirección se puede indicar que de la superficie total pastoreada del área (323.823,7 ha) es de menor importancia relativa la correspondiente a pasturas frente a los pastos naturales.
Cuadro 13: Explotaciones y superficie con pastos naturales según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Superficie Superficie media EAPs Superficie Superficie media
Sur 2.455 247.849,6 101,0 1.501 200.158,8 133,4
% 57,6 61,8
Oeste 1.398 119.049,8 85,2 638 86.509,0 135,6
% 27,7 26,7
Norte 1.413 63.382,7 44,9 413 37.457,8 90,7
% 14,7 11,6
Total 5.266 430.282,7 81,7 2552 324.125,6 127,0
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

El 19,5 % para 1988 y el 16,7 % para el 2002 del total de los bovinos para ambos censos correspondían a animales de tambo. La caída de explotaciones tamberas es muy aguda en el área, acentuándose un fenómeno generalizado en el sistema lechero de nuestro país. Así, estos establecimientos caen un 70,5 %, pero el rodeo de animales para tambo sólo se reduce en un 18,3 %, incrementándose el promedio de cabezas por unidad. Igualmente, téngase en cuenta que se trata de cabezas totales de rodeos lecheros y no de vacas en ordeñe. La actividad se retrae en el conjunto del área, pero prácticamente desaparece de la zona Norte (Cuadro 14).

Cuadro 14: Explotaciones y cabezas bovinas de tambo según año, por zona, en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Cabezas Cabezas promedio EAPs Cabezas Cabezas promedio
Sur 424 46493 109,6 151 38.591 256
% 36,4 47,2 43,9 48,0
Oeste 524 41014,0 78,3 167 36.595 219
% 44,8 41,6 48,5 45,5
Norte 220 11.035 50,2 26 5.269 203
% 18,8 11,2 7,5 6,5
Total 1.168 98.542,0 84,4 344 80.455 234
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002

Para el año 2002 existían cincuenta y cinco explotaciones tamberas que elaboraban quesos a partir de su producción.

Además, casi siete de cada diez establecimientos (1.180) con ganadería bovina presentan algún grado de especialización en actividades de cría. De los cuales, el 55,6 % se ubica en la zona Sur; el 28,3 % en la Oeste, y el 16,1 % en la Norte. Por su parte, el 66,7 % de los vientres se encuentran en el Sur; el 22,8 % en el Oeste, y el 10,5 % en el Norte. El 39,9 % de estos establecimientos tienen hasta cien hectáreas y el 45,3 % entre cien y quinientas.

Las existencias ovinas, en cambio, muestran un fuerte retroceso en toda el área, ya que caen más del 50 %, a la vez que se reducen en un 61 % los establecimientos con este tipo ganado. No se observan modificaciones en el número promedio de animales por establecimiento (Cuadro 15).

Cuadro 15: Explotaciones y cabezas ovinas según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Cabezas Cabezas promedio EAPs Cabezas Cabezas promedio
Sur 397 17.582 44,3 156 6.954 44,6
% 46,8 55,6 47,3 47,9
Oeste 184 6.956 37,8 76 4004 52,7
% 21,7 22,0 23,0 27,6
Norte 267 7.077 37,8 98 3.562 36,3
% 31,5 22,4 29,7 24,5
Total 848 31.615 37,3 330 14.520 44
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002.

Con respecto a los porcinos la reducción de animales entre ambos censos es del 91,1% mientras que la de establecimientos es del 79,1%. La caída es todavía más acentuada en la zona norte y en general se incrementa el número de porcinos promedio por explotación (Cuadro 16).

Cuadro 16: Explotaciones y cabezas porcinas según año por zona en torno al Área Metropolitana Bonaerense

Zona Año 1988 Año 2002
EAPs Cabezas Cabezas promedio EAPs Cabezas Cabezas promedio
Sur 466 31.057 66,7 101 16.255 161
% 39,6 43 41,1 35
Oeste 248 22.427 90,5 76 15.841 208
% 21,1 31 30,9 34,1
Norte 463 18.748 40,5 69 14.347 208
% 39,3 26 28,0 30,9
Total 1177 72.232 61,4 246 46.413 189
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002.


Otras producciones

Otras actividades dignas de mencionar son las producciones avícolas intensivas (gallinas ponedoras y pollos parrilleros). Estas actividades en los último años estuvieron influenciadas por los procesos de integración agroindustrial y la concentración de la producción. Además, la provincia de Entre Ríos concentra gran parte de estas producciones, y los pollos parrilleros en la segunda parte de la década del noventa debieron soportar la competencia de las importaciones brasileñas.

Para el año 2002 se destinaron 10.367.693 pollos parrilleros a faena en el área de estudio, según el Censo Nacional Agropecuario. Se trata de una actividad de una aguda concentración, ya que involucra solamente sesenta y dos establecimientos, que se reparten de forma muy similar en las tres zonas del área. La diferencia se expresa en la cantidad de animales faenados por zona: el 37,6 % en el Sur, el 45,1 % en el Oeste, y el 17,3 % en el Norte.

El número de explotaciones con gallinas ponedoras en postura son 133, que se distribuyen por zona de la siguiente manera: 43,6 % en el Sur, 33,8 % en el Oeste, y 22,6 % en el Norte. Estas explotaciones tienen 3.115.366 gallinas en producción, de las cuales el 28,4 % se encuentran en el Sur, el 56 % en el Oeste, y el 15,6 % en el Norte.

Tanto la producción de pollos parrilleros como la actividad de gallinas ponedoras se encuentran principalmente en la zona Oeste del área, seguidos por la zona Sur, siendo de mucha menor importancia en la Norte.

La actividad apícola se encuentra con mayor presencia en la zona Sur, con el 71 % de las ciento cincuenta y cinco explotaciones que tienen colmenas, y el 76,5 % del total de éstas, que alcanzan las nueve mil cuatrocientas.

Una particularidad de esta actividad es que las colmenas en la mayoría de los casos no son propiedad de los titulares de los establecimientos, sino que corresponden a terceros a quienes por diferentes arreglos se les permite instalarlas en esos campos. Así, algo más de siete de cada diez explotaciones con colmenas corresponden a esta situación, y el 67,7 % de las colmenas son de terceros.

La actividad se concentra en la zona Sur, y el número promedio de colmenas se ubica en torno a las sesenta. El perfil de apicultor corresponde a un sujeto de origen urbano que se incorpora a esta actividad y que la misma constituye una segunda ocupación.

Productores, trabajadores familiares y trabajadores contratados

El conjunto de la mano de obra

Los totales registrados de mano de obra en ambos censos muestran una aguda caída (-7,6 %). De todas formas, esta información debe ser cuidadosamente analizada considerando que el último censo se realizó en el año 2002, y se ve afectado por la profunda crisis social y económica que nuestro país experimentó en esos años (Cuadro 17).

Esta caída no fue similar para todas las zonas, ya que en el Sur fue del 38 %, en el Norte, del 60,1 %, y en el Oeste, del 48,3 %.

Cuadro 17: Mano de obra según tipo de trabajador, por zona

Zona Productores Trabajadores familiares del productor Trabajadores no familiares del productor Total
1988 2002 1988 2002 1988 2002 1988 2002
Sur 3.102 2.297 2.282 1.491 6.186 3.363 11.570 7.151
% 44,8 50,6 48,6 62,5 46,2 48,6 43,7 51,7
Oeste 1.730 1.147 1086 387 3.665 1.811 6.481 3.345
% 25,0 25,2 23,1 16,2 16,1 26,2 24,5 24,1
Norte 2.096 1.099 1.331 506 4.978 1.746 8.405 3.351
% 30,3 24,2 28,3 21,3 37,7 25,2 31,8 24,2
Total 6.928 4.543 4.699 2.384 14.829 6.920 26.456 13.847
% 100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002.

La distribución de la mano de obra según categoría ocupacional no muestra variaciones significativas entre ambas fechas, solamente se observa un leve incremento relativo de los productores y una caída de los asalariados. Sin embargo, esto se debe a una cuestión metodológica, ya que el último censo registró como trabajadores a los productores que realizaban gestión de sus unidades, mientras que el anterior (1988) sólo consideraba a aquellos que realizaban trabajo directo.

La distribución de la mano de obra en las diferentes zonas no muestra cambios de mayor importancia, ya que el Sur incrementa su participación relativa en aproximadamente siete puntos porcentuales, que son cedidos por el Norte, y el Oeste mantiene su posición.

De los trabajadores no familiares contratados, se desempeñan mayormente como peones generales algo más de seis de cada diez de estos ocupados. Les siguen en importancia los medieros (de horticultura o tambo), que involucran el 16,5 % de los trabajadores no familiares, y los encargados o mayordomos, el 11,9 %.

El resto de las categorías en ningún caso alcanza el 10% de los casos. Por ejemplo, las categorías que implican el manejo de alguna maquinaria en su conjunto son el 7 %, y los técnicos o profesionales, sólo algo más del 1 %.

Con respecto a los trabajadores familiares, siguiendo la tendencia general, la caída fue casi del 50 %, pero en el Sur fue del 34,7 %, y en las otras dos zonas superó el 60 %. Es interesante remarcar que para el 2002, el 45 % de los trabajadores familiares percibían por su trabajo alguna forma de remuneración. De éstos, la mitad recibe como remuneración un monto fijo en dinero, suplementado o no con especies o un porcentaje de la producción, y la otra mitad es remunerada de otras formas.

La caída de asalariados (trabajadores no familiares) sigue el comportamiento general para las zonas Sur y la Oeste, ubicándose en torno al 50 %, y se acentúa para el Norte, alcanzando ese valor el 65 %. Es interesante remarcar que siete de cada diez de estos trabajadores residen en la explotación en la que se ocupan.

Edad, nivel de instrucción, residencia y pluriactividad de los productores

Los titulares de los establecimientos se ubican mayoritariamente en los tramos de edad superiores. El 59,1 % de los productores tiene entre cuarenta y sesenta y cuatros años, y el 13,9 % se ubica por encima de esa edad. De este modo, sólo el 26,8 % se ubica por debajo de los cuarenta años.

Con respecto al nivel de instrucción alcanzado en el sistema educativo formal, algo más de la mitad de los productores (55%) tiene a lo sumo nivel primario completo, y en el otro extremo, con estudios terciarios o universitarios finalizados sólo aparece el 12,7 % de los titulares de establecimientos.

Algo más de seis de cada diez productores residen en su explotación. Este valor en la zona Norte es similar al promedio, mientras que en el Sur se incrementa casi 10 puntos porcentuales, y en el Oeste desciende en una proporción similar. Igualmente, resulta elevada la residencia de los productores en sus explotaciones. Esto puede explicarse por diversos motivos; algunos ligados al origen social de los productores y a las características productivas de sus explotaciones, y otros, resultado de la mayor disponibilidad de caminos y medios de comunicación en la actualidad.

En comparación con los promedios nacionales, es baja para el área, en términos agregados, la presencia de productores pluriactivos (13,7 %). Siete de cada diez de estas ocupaciones corresponden a actividades fuera del sector, y en conjunto la forma predominante de pluriactividad es la de cuenta propia, con más de la mitad de los casos (Cuadro 18).

Cuadro 18: Pluriactividad de los productores, según zona, por categoría y sector ocupacional

Categorías ocupacionales Zona Sur Zona Oeste Zona Norte Total
Asalariados todo el año dentro del sector 13 12 17 42
% 5,8 5,7 9,0 6,7
Asalariados todo el año fuera del sector 45 39 42 126
% 20,3 18,6 22,2 20,3
Asalariados parte del año dentro del sector 8 2 2 12
% 3,6 1,0 1,1 2,0
Asalariados parte del año fuera del sector 2 7 3 12
% 1,0 3,3 1,6 2,0
Trabajadores cuenta propia dentro del sector 49 38 20 107
% 22,1 18,1 10,6 17,2
Trabajadores cuenta propia fuera del sector 81 88 74 243
% 36,5 41,9 39,1 39,1
Patrón dentro del sector 7 9 6 22
% 3,1 4,3 3,2 3,5
Patrón fuera del sector 17 15 25 57
% 7,6 7,1 13,2 9,2
Total 222 210 189 621
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censo Nacional Agropecuario 2002.


En el Sur, la pluriactividad de los productores se ubica en el 10 %, mientras que en el Norte y el Oeste se acerca al 20%. La distribución, según categoría ocupacional y sector de actividad, de la ocupación extrapredial es muy similar en las diferentes zonas.

Contratación de trabajadores transitorios y de servicios de maquinaria

Entre las fechas de ambos censos el número de jornales contratados cae casi un 50 %, y las explotaciones que contratan directamente trabajo transitorio disminuyen el 34,2%. Las zonas se comportan de modo diferente. En el Oeste la caída de establecimientos es del 38,7 %, y la de los jornales contratados, del 62,1%, y en el Norte, los primeros disminuyen el 65,7 % y los segundos el 63,8 %. En cambio, en la zona Sur, los jornales contratados caen un 30 % y el número de establecimientos que contratan jornales lo hace sólo en un 15 %. Este comportamiento se refleja en el aumento de la participación relativa en el año 2002 de la zona Sur tanto para los establecimientos como para los jornales

Cuadro 19: Cantidad de jornales contratados, según año, por zona

Zona 1988 2002
EAPs Jornales Jornales/EAPs EAPs Jornales Jornales/EAPs
Sur 856 120.826 141,2 735 84.537 115
% 50,5 46,2 65,9 62,1
Oeste 343 42.167 122,9 210 15.987 76
% 20,2 16,1 18,8 11,7
Norte 496 98.573 198,7 170 35.662 210
% 29,3 37,7 15,3 26,2
Total 1.695 261.566 154,3 1.115 136.186 122
% 100 100 100 100

Fuente: INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002.

Si analizamos las principales tareas para las cuales se contrata servicio de maquinaria (Cuadro 20), podemos diferenciar aquellas relacionadas exclusivamente con producciones agrícolas o exclusivamente con producciones ganaderas, de aquellas que pueden involucrar a cualquiera de estas actividades. En esta última situación se ubican las tareas de roturación y siembra, que pueden involucrar un cultivo o una pastura.



Cuadro 20: Contratación de servicios según zona, explotaciones y superficie, por tarea


Tareas Zona Sur Zona Oeste Zona Norte
EAPs Super-ficie Superficie promedio (ha) EAPs Super-ficie Superficie promedio EAPs Super-ficie Superficie promedio
(ha)
Rotura-ción y siembra 307 18.618 61 94 5.695 61 66 7.160 108
Cosecha de grano 50 8.899 178 55 5.832 106 58 12.483 215
Prepara- ción de reserva forrajera 61 3.611 59 56 3.654 65 22 708 32

Fuente: INDEC. Censo Nacional Agropecuario 2002.

Las explotaciones que contratan servicios de maquinaria para cosecha de granos, obviamente actividad exclusivamente agrícola, se distribuyen de forma similar en las tres zonas, aunque la mayor superficie cosechada por esta modalidad se encuentra en la zona Norte.

Las explotaciones que contratan servicios de maquinaria para la preparación de reservas forrajeras se encuentran en las zonas Sur y Oeste, y en cada una de estas zonas la superficie involucrada es de algo más de 3.600 hectáreas. La zona Norte muestra una muy baja presencia de la contratación de servicios para esta tarea.

La tarea de roturación y siembra es la que abarca mayor cantidad de explotaciones, la mayoría de las cuales se ubican en la zona Sur. Como mencionamos anteriormente, esta tarea puede estar referida tanto a actividades agrícolas como ganaderas, y esto seguramente se expresa en los valores que adquiere para la zona Sur.

El sector agropecuario en las zonas rurales periurbanas del Área Metropolitana Bonaerense en la actualidad

Se observa un perfil socio-productivo dominado por productores en edades centrales o avanzadas y bajo nivel educativo, cuyas explotaciones están registradas como personas físicas y la tenencia de la tierra mayormente es en propiedad y algo más de 7 de cada 10 establecimientos tienen hasta cien hectáreas. Resulta interesante remarcar que una alta proporción de los productores viven en sus establecimientos y no desempeñan otra actividad económica.

A través de la década del noventa se observa una caída de los establecimientos y de la superficie agropecuaria, sin embargo en torno de la Ciudad de Buenos Aires existen todavía, a pesar del avance urbano, actividades agropecuarias de relevancia social y productiva; se trata tanto de actividades agrícolas intensivas como de otras más típicamente pampeanas. De esta manera, la suma de las explotaciones hortícolas, florícolas y ganaderas superan los 2/3 del total de establecimientos. La práctica de agricultura para granos es de menor importancia con respecto al total de explotaciones, pero la superficie dedicada a estos cultivos se incremento entre ambos censos.

En este marco, las actividades agropecuarias de mayor difusión en la zona son la horticultura y la ganadería de cría, que involucra a más de la mitad de los establecimientos del área. La actividad ganadera incluye diferentes situaciones: por un lado, aparecen los productores que viven en el campo, mayormente de origen rural y, por otro, sujetos extra agrarios que se incorporan a la producción agropecuaria desde otra profesión.

La horticultura, que será analizada en detalle en la próxima parte de este documento, aumentó en términos relativos su significatividad productiva en el área, ya que la disminución de estas explotaciones fue considerablemente menor que la experimentada en conjunto. Además, la actividad fue objeto de un profundo cambio tecnológico a partir de la incorporación de invernáculos.








Segunda parte:

Producción, trabajo y nacionalidad: configuraciones territoriales de la producción hortícola del cinturón verde bonaerense






Introducción

En el contexto territorial de las zonas rurales del Area Metropolitana bonaerense, la producción hortícola, como pudimos comprobar en la primera parte de este documento, incrementó su participación relativa en el total de explotaciones del área. A su vez, esta actividad experimentó en los últimos años cambios muy significativos en lo que respecta a su distribución en el territorio, las formas sociales de trabajo, la tecnología utilizada y la nacionalidad de los productores. Aquí analizaremos las diferentes configuraciones que la actividad adquiere en los diferentes espacios en torno a la Ciudad de Buenos Aires.

Aspectos metodólogicos

En esta parte del documento se caracterizan las zonas tradicionales del Area Hortícola Bonaerense (AHB) a partir de la información recogida en los censos hortícolas de la provincia de Buenos Aires 1998 y 2001. Estos censos no relevaron los mismos partidos, de modo que fueron utilizados en forma conjunta para disponer de la información necesaria para todos los partidos del cinturón. Así, los partidos de las zonas Sur y Oeste fueron relevados en 1998, mientras que los de la zona norte, en 2001. La zona Sur comprende los partidos de: La Plata, Florencio Varela, Esteban Echeverría y Berazategui; la Oeste: Moreno, Luján, Gral. Rodríguez, Marcos Paz y La Matanza; la norte: Escobar y Pilar.

A partir de un procesamiento especial de la información de estos censos se realizó una descripción de las características sociales, productivas y laborales de la horticultura bonaerense. Se construyó una tipología de establecimientos a partir de las formas sociales de trabajo presentes en los mismos y se analizaron las variables clásicas de la estructura social agraria (tamaño de la explotación y sistema de tenencia); aspectos productivos (superficie hortícola a campo y bajo cubierta), y mano de obra (familiar, asalariada y mediería). Para las diferentes zonas se profundiza el análisis de los establecimientos según tipo, según la importancia relativa y absoluta de éstos en las mismas, dejando de lado aquellos que no resultan relevantes dado el reducido número de casos.

La información censal se analiza además a la luz de los trabajos realizados por nuestros equipos de investigación y otros que abordan esta temática, así como también, entrevistas que venimos realizando a informantes calificados, productores, trabajadores asalariados, medieros, dirigentes de organizaciones, representantes sindicales, etc., para dar cuenta de las diferencias encontradas en las distintas zonas del AHB.

Estructura social agraria y productiva del área hortícola bonaerense

El cinturón hortícola que rodea a la Ciudad de Buenos Aires experimentó profundos cambios en las últimas décadas, que modificaron, en parte, sus características sociales y productivas. Estas transformaciones se expresan diferencialmente en las zonas del cinturón según condiciones productivas, sociales, históricas y culturales específicas de cada espacio territorial en particular. En general, se observa la expansión de la zona sur, al menos en términos relativos, asociada a la difusión del invernáculo, y la retracción de las zonas oeste y norte; esta última, además, modificó su perfil social y cultural a partir del predominio de productores de origen de nacionalidad boliviana.

Se trata, como es sabido, de una actividad cuyo origen estuvo marcado por el carácter familiar de las explotaciones y la condición de migrantes de ultramar de los productores, que, en su gran mayoría, eran de nacionalidad italiana, portuguesa o española. Este origen se mantiene en la actualidad en algunos rasgos de las unidades de producción. Sus titulares en muchas ocasiones son descendientes de aquellos migrantes; el régimen jurídico de los establecimientos corresponde en la gran mayoría de los casos a personas físicas, y en las unidades más capitalizadas suele encontrarse junto al trabajo del titular la participación laboral de algún otro familiar.

Los procesos de diferenciación social que atravesaron a estas estructuras sociales y agrarias desembocaron en la conformación de un conjunto diverso de explotaciones, según las formas sociales de trabajo y la organización laboral presentes en ellas. El origen familiar de éstas, como se mencionó anteriormente, está presente en el trabajo del productor y de miembros de su familia, ya sea de gestión o directo. Igualmente, a partir de la incorporación de trabajadores permanentes ajenos a la familia del productor, sea como asalariados o medieros, se pueden distinguir cuatro tipos de explotaciones: primero, aquellas donde el trabajo permanente corresponde únicamente al productor y sus familiares, pudiéndose sumar trabajadores asalariados temporariamente (explotaciones familiares); segundo, aquellas donde se incorporan trabajadores ajenos a la familia del productor solamente bajo la forma de asalariamiento (empresas familiares con asalariados); tercero, aquellas donde los ajenos son contratados únicamente a partir de relaciones de mediería (empresas familiares con medieros); cuarto, y último, los casos que utilizan asalariados y medieros conjuntamente (empresas familiares con medieros y asalariados).

La distribución de los establecimientos hortícolas muestra diferencias según zona del cinturón. Un dato a destacar es la importancia de las explotaciones familiares en toda el área, ya que en el sur y en el oeste alcanzan a la mitad del total, en tanto que este valor es todavía más elevado en el norte, donde siete de cada diez unidades corresponden a este tipo de quintas (Cuadro 1).
Cuadro 1: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según zona

Tipo
Zona Sur Zona Norte Zona Oeste
Explotaciones familiares 486
(53,2%) 106
(70,6%) 95
(50%)
Empresas familiares con asalariados 113
(12,4%) 17
(11,4%) 80
(42,1%)
Empresas familiares con medieros 264
(28,9%) 22
(14,7%) 12
(6,3%)
Empresas familiares con medieros y asalariados 50
(5,5%) 5
(3,3%) 3
(1,6%)
Total
913
(100%) 150
(100%) 190
(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos de los Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001

Los establecimientos que incorporan trabajadores ajenos a la familia del productor presentan un comportamiento diferencial según zona productiva. Así, en el oeste las empresas familiares con asalariados superan el 40% de los casos, y en el sur, en cambio, las quintas que utilizan medieros -ya sea en exclusividad (empresas familiares con medieros) o combinados con asalariados (empresas familiares con medieros y asalariados)- alcanzan casi el 35% del conjunto.

En términos generales, se destaca: la presencia de explotaciones familiares en el conjunto del AHB; la importancia de las empresas familiares con asalariados en el oeste, y de las empresas familiares con medieros en el sur.

Las distribución de las explotaciones según estrato de tamaño, forma de tenencia y tipo de explotación muestra algunos comportamientos destacables según zona del cinturón. En el norte se observa que más de 2/3 de los establecimientos tienen menos de 5 ha, y que casi 2/4 de éstos son explotaciones familiares. Estas tienen, en promedio, una superficie total de 5,7 ha, siendo el valor promedio para el conjunto de 6,5 ha. A su vez, algo más de la mitad de las quintas de la zona se ubican en la categoría de forma de tenencia correspondiente a sólo arrendamiento, de las cuales también cerca de 3/4 son explotaciones familiares. En esta zona prácticamente la totalidad de las quintas no supera las diez hectáreas (Ver Anexo de Cuadros).

En la zona sur, algo más de la mitad de los establecimientos tienen menos de cinco hectáreas, y casi siete de cada diez de éstos son explotaciones familiares cuya superficie total promedio es de 5,5 ha. A su vez, la participación de las explotaciones familiares es mucho más elevada dentro del subuniverso de las explotaciones que disponen de tierras exclusivamente en arrendamiento.

Las empresas familiares con medieros se distribuyen de modo relativamente similar entre los tres primeros estratos de tamaño de superficie, con cierta presencia en el estrato superior. Por su parte, entre los establecimientos que tienen más de 10 hectáreas -el 26 % de las unidades-, el 35 % corresponde a empresas familiares con medieros y el 66 % a empresas familiares con medieros y asalariados. Para el primero de estos tipos la superficie total promedio alcanza las 10 ha, y para el segundo supera las 20 ha.

La zona oeste, que presenta la superficie total promedio más elevada -con un valor de casi 14 hectáreas-, muestra para las explotaciones familiares un comportamiento similar al de las otras zonas. Así, casi seis de cada diez de estos establecimientos tienen menos de 5 ha y explican el 75 % de los casos de este estrato de tamaño. Además, casi siete de cada diez de las explotaciones familiares poseen tierra solamente en arrendamiento; a la vez que la mitad de los establecimientos que disponen de tierra sólo en arrendamiento se ubican en el primer estrato de superficie, con menos de 5 ha de tierra.

Las empresas familiares con asalariados se reparten, aproximadamente, en partes iguales entre los dos primeros estratos que comprenden a las unidades que alcanzan hasta las 10 ha y los dos estratos superiores, que sobrepasan ese valor. La superficie total promedio para este tipo de unidad es de alrededor de 20 ha.

Encontramos para el conjunto del cinturón una asociación importante entre explotaciones familiares y unidades de producción ubicadas en el primer estrato de superficie (hasta 5 ha), así como también la fuerte presencia de formas de tenencia exclusivamente en arrendamiento. Los casos que combinan los tres elementos evidencian, según lo observado en terreno, procesos de movilidad social de antiguos medieros que logran establecerse como productores. Este fenómeno comprobado, como veremos más adelante, para el caso de medieros bolivianos, también se podría estar produciendo para medieros provenientes de otras provincias de nuestro país.

Entre las explotaciones familiares aparecen aquellas que atraviesan procesos de descapitalización, que se expresan en sus cultivos, sus prácticas y su tecnología, y que además se caracterizan por la presencia de productores de edad avanzada y la ausencia de hijos u otro familiar que continúe con la actividad de la quinta. Esta situación fue explicada a partir de una estrategia productiva basada en una lógica de resistencia (Benencia: 1994 y 2001), que podríamos catalogar de carácter defensivo, ligada a procesos de antiguas unidades que en el mediano o largo plazo tienden a desaparecer y a procesos de movilidad social descendentes.

Por otra parte, se observan -como se mencionó líneas arriba- procesos de movilidad social en explotaciones familiares de antiguos medieros bolivianos que igualmente enfrentan problemas de disposición de tierra y capital. En estos casos, las estrategias resistenciales adquieren otro cariz, dado que se integran a procesos de movilidad social ascendente y a unidades de producción de reciente conformación.

Las empresas familiares que utilizan en exclusividad medieros (en la zona sur) o asalariados (en la Oeste) tienen presencia en los diferentes estratos de tamaño, pero la superficie promedio es marcadamente superior para las empresas familiares con asalariados en el oeste. Por su parte, las empresas familiares con medieros y asalariados en el sur presentan valores similares a las últimas. En estas unidades predomina en general la tenencia de la tierra en propiedad. Apareciendo entre las empresas familiares con mediero y las con asalariados algunas unidades con tierra en arrendamiento solamente; planteándose el interrogante acerca de si se trata de una continuidad de los procesos de movilidad social señalados anteriormente.

Un grupo reducido de unidades, pero significativo entre las empresas familiares con medieros y asalariados, combina la tierra en propiedad con el arrendamiento en el marco de lo que se denominó estrategia de expansión flexible (Benencia: 1994). Probablemente, la menor magnitud de este fenómeno esté asociada a la posibilidad de intensificar la producción a partir de la adopción del invernáculo, sin necesidad de incorporar tierra adicional a partir del arrendamiento.

También se observan diferencias en la superficie hortícola promedio de estas explotaciones, según tipo y zona. Las zonas Sur y Norte presentan un comportamiento similar sobre el promedio de superficie hortícola, aunque debe recordarse que el número de establecimientos en el sur prácticamente se multiplica por diez con respecto al norte; a su vez -como veremos más adelante-, en la primera se encuentra ampliamente difundido el invernáculo, con la consecuente intensificación del uso de la tierra que este implica (Cuadro 2).


















Cuadro 2: Superficie hortícola media en hectáreas de las explotaciones
por tipo, según zona

Tipo
Zona Sur Zona Norte Zona Oeste
Sup. Hort. Sup. Tot. Sup. Hort. Sup. Tot. Sup. Hort. Sup. Tot.
Explotaciones
Familiares 3,4 5,5 4,1 5,7 4,1 6,1
Empresas Familiares con asalariados 7,5 17,6 6,5 7,7 14,4 21,3
Empresas Familiares con mediero 6,6 10 6,6 7,3 14,4 19,6
Empresas familiares con medieros y asalariados 13,7 21,7 10,4 11,5 26,8 35
Total 5,5 9,5 5 6,5 9,5 13,9

Fuente: Elaboración propia sobre datos de los Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001

La zona Oeste duplica los valores de todos los tipos, con excepción de las explotaciones familiares. Este dato también debe ser interpretado en el marco de una horticultura extensiva a campo y dedicada predominantemente al cultivo de verduras de hoja y de crucíferas. Es decir, sería erróneo asociar el mayor tamaño de estas quintas a mejor tecnología y mayor productividad.

El comportamiento de la superficie hortícola promedio de las explotaciones familiares ronda las 3,5 ha y las 4 ha para las tres zonas. Las empresas familiares con asalariados en el oeste duplican este valor con respecto a las del Sur, y -en esta última zona- este valor es de 6,5 ha para las empresas familiares con medieros, así como las empresas familiares con medieros y asalariados presentan una superficie hortícola promedio similar a la de las empresas familiares con asalariados del Oeste, con el agregado -como veremos más adelante- de la amplia difusión del invernáculo entre las mismas.

La distribución de la superficie hortícola constituye un indicador indirecto de la concentración de la producción, aunque seguramente subestima el grado de esta última, dada la mayor productividad de las unidades empresariales, consecuencia de su superior nivel tecnológico.

De este modo, en el Oeste las explotaciones familiares -que representan el 50 % del total- dan cuenta del 21 % de la superficie hortícola, en tanto que las empresas familiares con asalariados -el 42 % del conjunto- explican el 64 % de la superficie, correspondiendo el 15 % restante de la superficie al 8 % de los establecimientos. Así, el 50 % de las empresas familiares con asalariados o con medieros tienen en producción casi 8 de cada 10 hectáreas hortícolas de la zona.

Por su parte, en el Sur, las explotaciones familiares -cerca de la mitad del total- explican el 32 % de la superficie. En tanto que aproximadamente el 35 % de las quintas -empresas familiares con medieros o con medieros y asalariados- dan cuenta del 50 % de la superficie en producción. El 18 % restante de dicha superficie es explicado por el 12,4 % comprendido por las empresas familiares con asalariados. Aquí, las empresas familiares en conjunto explican el 68 % de la superficie hortícola.

Se observa, de este modo, cierta concentración de la superficie hortícola entre las empresas familiares, situación que se acentúa para la zona Oeste.

Un aspecto que debemos remarcar es la presencia de diferentes situaciones que pueden encontrarse tanto al interior de las empresas familiares con asalariados como de las empresas familiares con medieros.

Si diferenciamos, para las empresas familiares con asalariados, tres estratos según el número de permanentes ajenos a la familia del productor que contratan estas unidades, podemos distinguir aquellas que tienen hasta dos asalariados, las que tienen de tres a cinco, y las que tienen más de cinco.

En la zona Sur para el primer estrato, que da cuenta del 60 % de estas unidades, la superficie hortícola promedio es de aproximadamente de 4 ha; para el segundo, con el 18 % de las quintas, de algo más de 8 ha, y para el tercero, con el 12 % de las unidades, ese valor se acerca a las 26 ha.

Por su parte, en el Oeste, el primer estrato -con el 53 % de los casos- presenta una superficie hortícola promedio de algo más de 8 ha; el segundo -con el 32 % de las unidades- tiene una media de casi 15 ha, y el último -con el 15 % de los establecimientos hortícolas- alcanza casi las 40 ha.

En el Oeste, tomando en cuenta los estratos según número de asalariados permanentes, se evidencia el carácter más extensivo de su horticultura, con valores de superficie hortícola promedio que duplican en todos los casos los del Sur. Igualmente, se destaca la relevancia numérica de aquellos que contratan hasta dos asalariados, entre este tipo de establecimientos.

Tomando como indicador global del nivel tecnológico de las explotaciones la difusión del invernáculo en las distintas zonas, se observa que sólo en el Sur esta tecnología tiene un presencia significativa, encontrándose en el 54 % de los casos. En cambio, en el oeste sólo tienen cultivos bajo cubierta el 14,2 % de las quintas, en tanto que en el norte se observa una situación similar, existiendo esta tecnología únicamente en el 18 % de las unidades (ver Anexo de Cuadros).

En la zona Sur, donde se encuentra ampliamente difundido el invernáculo, se puede observar su presencia en todo tipo de unidades, aunque se acentúa en los casos donde existen relaciones de mediería. Así, dispone de algún tipo de invernáculo el 42 % de las explotaciones familiares; el 55 % de las empresas familiares con asalariados; el 70,5 % de las empresas familiares con medieros, y el 84 % de las empresas familiares con medieros y asalariados.

La superficie de horticultura bajo cubierta promedio en las empresas familiares con medieros o con asalariados se duplica con respecto a las quintas familiares y se triplica para las empresas familiares con medieros y asalariados.

En las empresas familiares con medieros, como ya se mencionó, se pueden observar algunas diferencias según el número de medieros que se contraten en los establecimientos. Así, el 53,2% de estas quintas tiene un solo mediero; el 26,6 %, dos, y el 20,2 %, tres o más.

A la vez que el 55 % de estos productores sólo produce en la tierra asignada a los medieros, mientras que la otra mitad además lleva adelante actividad hortícola con trabajo familiar, pudiendo contratar o no trabajadores transitorios para la misma. Como se mencionó anteriormente, es elevada la presencia de invernáculo en estas unidades, que se acentúa a medida que se incrementa el número de medieros. De este modo, el 60 % de las quintas con un solo mediero produce a campo e invernáculo; el 68 % de las unidades, con dos, y el 77,5 % de aquellas que tienen tres o más medieros.

Las unidades que sólo producen a campo -alrededor de un tercio- presentan 10 % más de establecimientos con un solo mediero, en comparación con aquellas que también lo hacen bajo cubierta. Y estas últimas, en comparación con aquéllas, presentan 10 % más de quintas con tres o más medieros.

Para las empresas con mediero que sólo producen a campo se observa en la superficie hortícola promedio una diferencia importante entre las que utilizan un único mediero con 5,2 ha por un lado y, por otro, las que utilizan dos o más medieros, por encima de las 10 ha. Además, en el primer caso es mayor la superficie en producción con mano de obra del familiar del productor que la llevada adelante por el mediero y su grupo doméstico; en cambio, para los otros casos esta relación es la inversa.

Por su parte, las que disponen de invernáculo muestran, en términos generales, un comportamiento similar para los promedios de superficie hortícola en los casos con uno y dos medieros, diferenciándose la superficie media en producción bajo relaciones de mediería, que se incrementa en un hectárea para las quintas con dos medieros. En cambio, en las quintas donde contratan tres o más medieros se observa, como era de esperar, un importante incremento de estos valores. Estos establecimientos tienen en promedio una superficie hortícola de 13,1 ha, y el promedio de cultivo bajo cubierta es de 2,4 ha.

Son significativas, en términos numéricos, las unidades que contratan un solo mediero; igualmente llamativo resulta para los casos que no disponen de invernáculo que sea mayor la superficie trabajada por el mismo productor que la incorporada bajo relaciones de mediería.

El AHB muestra distintas características según tipo de establecimiento en lo que respecta a su perfil productivo y relaciones de trabajo. La zona Norte se caracteriza por las pequeñas explotaciones de tipo familiar bajo arriendo. En el Oeste se presenta una horticultura a campo y extensiva con los valores medios y generales más elevados de superficie total y en producción. En el Sur, la difusión de la mediería y el invernáculo son el rasgo distintivo, y las empresas familiares con medieros y asalariados -las de mayor capitalización- se destacan por presentar valores promedio próximos al Oeste, pero con la incorporación generalizada de invernáculos y la consecuente intensificación de la producción que el uso de esta tecnología implica.

Las empresas familiares con asalariados que sólo contratan un trabajador ajeno al grupo doméstico del productor seguramente muestran una lógica más próxima a las explotaciones familiares que a las empresas de este tipo. Esto se puede comprobar por los valores de superficie total y hortícola observados para estos casos. Lo mismo se puede señalar para las empresas familiares que contratan un único mediero y el productor trabaja por su cuenta mayor cantidad de tierra que la puesta en producción bajo relaciones de mediería.

El AHB se caracteriza por su heterogeneidad social y productiva en lo que a tipo de explotación, productor, tecnología y formas sociales de trabajo se refiere. Inclusive, esta heterogeneidad se expresa al interior de los tipos de establecimientos diferenciados, mostrando el complejo entramado de procesos diferenciación que afecta a estas unidades. En este sentido, la incorporación de un asalariado o de un mediero no necesariamente implica un quiebre radical con respecto a la organización de una explotación familiar. Además, estas situaciones, que comúnmente fueron clasificadas como "transicionales", pueden resultar más persistentes que lo señalado por la teoría.

En este sentido, es útil recordar la complejidad y las múltiples direcciones que pueden expresarse en los procesos de diferenciación social, así como la heterogeneidad de situaciones resultantes en las estructuras sociales agrarias (Murmis: 1998).

El AHB presenta unidades que persisten en situaciones de descapitalización crónica (explotaciones familiares de antiguos productores); otras que se capitalizan de modo limitado, donde las redes sociales de sus titulares y sus estrategias de hogar permiten sostener la unidad (explotaciones familiares de bolivianos conformadas recientemente); otras que avanzan en los procesos de capitalización, pero sin despegarse totalmente de los casos anteriores (unidades con un único asalariado o mediero); otras que logran mantener niveles de capitalización que permiten sostener la actividad y, finalmente, aquellas que logran procesos sostenidos y ampliados de acumulación.


La mano de obra y las relaciones de trabajo

La disímil importancia de los diferentes tipos de establecimientos en las zonas del cinturón hortícola de la Ciudad de Buenos Aires reflejan la presencia diferencial de categorías ocupacionales y su combinación en la organización del proceso productivo y laboral.

En términos generales, las tres zonas presentan trabajo del productor y de sus familiares; estos últimos muestran una participación similar sobre el total para las zonas Sur y Norte, pero dicha participación desciende para la zona oeste (Cuadro 3).

Cuadro 3: Mano de obra permanente por categoría ocupacional, según zona

Categoría ocupacional Zona sur Zona norte Zona oeste
Productores 913 (18,4%) 166 (25,1%) 231 (24%)
Familiares del productor 1927 (38,7%) 270 (40,9%) 280 (29%)
Asalariados 609 (12,2%) 91 (13,8%) 358 (37,2%)
Medieros 659 (13,3%) 52 (7,9%) 35 (3,6%)
Familiares del mediero 863 (17,4%) 81 (12,3%) 59 (6,2%)
Total 4971 (100%) 660 (100%) 963 (100%)

Fuente: Elaboración propia en base a los Censos Hortícolas de la Prov. Bs. As. 1998 y 2001.

Resalta, como era de esperar dado el tipo de unidades predominantes, el comportamiento diferencial de las zonas Sur y Oeste con respecto a la categoría ocupacional bajo la cuales se incorporan trabajadores ajenos a la familia. De este modo, en el Oeste el 37,2 % de esta mano de obra corresponde a trabajadores asalariados que explican casi ocho de cada diez trabajadores no familiares. Mientras que en el Sur, el 30,7 % de la mano de obra de esta categoría ocupacional es aportada por los medieros y sus familiares, que dan cuenta de algo más de siete de cada diez trabajadores no familiares de la zona.

En las explotaciones familiares trabajan de forma permanente en promedio 3,1 personas en el sur, y 3,6 en el norte, y la misma cantidad en el oeste. Estas explotaciones explican en el sur el 30 % del total de la mano de obra; el 56 % en el norte, y 34% en el oeste (Ver Anexo de Cuadros).

En las empresas familiares con asalariados se observan comportamientos diferenciales entre el oeste y el sur. Para la primera de las zonas, estas unidades dan cuenta del 51 % de la mano de obra, en tanto que para el Sur ese valor se reduce al 18 %. Además, la composición de esa mano de obra según categoría ocupacional muestra diferencias significativas. Así, en el Sur los productores y sus familiares explican el 65 % de la mano de obra de las empresas familiares con asalariados, aportando en promedio 5,2 personas por establecimiento, siendo ese valor para los asalariados de 2,8. Desde ya que este comportamiento varía entre las unidades que contratan un único asalariado respecto de aquellas que contratan más de cinco.

En cambio, en el Oeste las empresas familiares con asalariados -principal tipo de la zona- explican el 51 % del total de la mano de obra, descendiendo, en comparación con el sur, el aporte del productor y sus familiares al 31 % del total, con 2,1 personas en promedio por establecimiento; en tanto que ese valor es de 4,5 para los asalariados de estas unidades. Así, en las empresas familiares con asalariados se observa en el Sur una mayor presencia de familiares, y de asalariados en el Oeste.

Por su parte, las empresas familiares con medieros del Sur comprenden el 37 % de la mano de obra de los establecimientos de la zona. Los productores y sus familiares representan el 34,6 % de la fuerza de trabajo de estas unidades, con 2,4 personas en promedio. El 66,4 % restante es aportado por los medieros y su propia mano de obra, con una media de 4,5 trabajadores por establecimiento.

Finalmente, también para el Sur, las empresas familiares con medieros y asalariados, que sólo explican el 15 % del total de la mano de obra de esa zona, son igualmente significativas dado que muestran un comportamiento netamente empresarial. Los productores y sus familiares sólo aportan el 16,5 % de la fuerza de trabajo, con 2,4 personas en promedio; los medieros y su propia mano de obra, el 63,5 % con 9,1, y los asalariados el 20 %, con una media de 3,1 personas.

Se destaca el origen familiar de esta horticultura, como se mencionó al principio del punto anterior, por la importancia ya demostrada de las explotaciones familiares, así como también por el aporte de la mano de obra de estas unidades. Además, en las unidades consideradas de carácter empresarial se puede observar la presencia de trabajo del productor y sus familiares, siendo muy similar el promedio de éstos por establecimiento en los distintos tipos y zonas considerados en el análisis, con excepción de las empresas familiares con asalariados de la zona Sur, donde estos valores se elevan considerablemente.

Resulta interesante remarcar el comportamiento de los establecimientos más capitalizados del AHB. Así, las empresas familiares con medieros y asalariados del Sur reducen, aunque manteniendo el promedio, la participación del productor y sus familiares en el total de fuerza de trabajo. En esta zona, como es de esperar, decrece progresivamente la participación del trabajo familiar en los establecimientos empresariales a medida que se incrementa la capitalización de las unidades, destacándose entre éstas la fuerte presencia de medieros con el aporte de su propia mano de obra.

Los productores bolivianos en la horticultura bonaerense

Considerando -como se explicó en el apartado metodológico- las explotaciones de los partidos del Norte, de La Plata (como referente de la zona Sur), y de Moreno y Lujan (como referentes de la zona Oeste), encontramos que casi cuatro de cada diez establecimientos corresponden a productores de nacionalidad boliviana.

Para la zona Norte y para la zona Oeste este valor supera el 50 % de los casos; en cambio, en la sur desciende, a una cifra igualmente significativa, de casi un tercio de las explotaciones. Dada la magnitud de la horticultura platense, ese tercio de las unidades del partido explica el 55 % de las quintas de productores bolivianos de los partidos considerados (Cuadro 4).
Cuadro 4: Distribución de los productores hortícolas en las zonas de referencia, según nacionalidad

Nacionalidad de los productores Zona

Total
Sur Norte Oeste
Argentina 248
57.3 % 46
32.6 % 30
44.1 % 324
50.5 %
Bolivia 138
32.1 % 76
54.6 % 35
52.9 % 249
39.3 %
Otros países 46
10.6 % 18
12.8 % 2
2.9 % 66
10.2 %
TOTAL 433
100 % 141
100 % 68
100 % 642
100 %

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola de la Provincia de Buenos Aires 2001.

En la categoría correspondiente a productores de otros países, que representan en la actualidad el 10 %, se encuentran algunos de los pioneros portugueses, italianos y españoles de la horticultura bonaerense, siendo muchos de los productores de nacionalidad argentina descendientes de aquéllos.

Para el conjunto del AHB, algo más de seis de cada diez establecimientos de productores bolivianos corresponden a explotaciones familiares. Este valor es similar para el norte y el sur, y desciende a la mitad de las unidades en el oeste (Cuadro 5).

Cuadro 5: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas de productores bolivianos por tipo, según zona

Tipo
Zona Sur Zona Norte Zona Oeste
Explotaciones familiares 89
(64%) 48
(64,9%) 18
(50%)
Empresas familiares con asalariados 27
(19,4%) 20
(27%) 6
(16,7%)
Empresas familiares con medieros 20
(14,4%) 5
(6,8) 6
(16,7%)
Empresas familiares con medieros y asalariados 3
(2,2%) 1
(1,4%) 6
(16,7%)
Total
139
(100%) 74
(100%) 36
(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001

En el Sur, entre las empresas familiares de productores bolivianos -a la inversa que para el comportamiento agregado de la zona- tienen similar importancia las que utilizan trabajo asalariado sin recurrir a medieros y las que utilizan medieros ya sea en exclusividad o con asalariados. En el Norte, las empresas se concentran en las familiares con asalariados, y en el Oeste se reparten -con un número más reducido de casos- entre los diferentes tipos.

Los productores de nacionalidad boliviana para el conjunto del AHB acceden a la tierra en algo más de siete de cada diez casos bajo la forma de arrendamiento en exclusividad, a la vez que algo menos de ¼ de los mismos alcanzaron la propiedad de la tierra

Cuadro 6: Productores hortícolas bolivianos del AHB, según formas de tenencia

Formas de tenencia de la tierra Nº absolutos %
Sólo propiedad 59 23,7
Propiedad y arrendamiento 6 2,4
Sólo arrendamiento 184 73,9
Total 249 100.0

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola de la Provincia de Buenos Aires 2001.

Para el conjunto del AHB la distribución de los establecimientos según forma de tenencia no muestra diferencias significativas para los distintos tipos de unidades. En cambio, si analizamos esta distribución por zona del cinturón, se observa que el Sur y el Norte muestran un comportamiento semejante al conjunto, mientras que en el oeste sólo uno de cada diez productores son propietarios. Es decir que el acceso a la propiedad de la tierra entre los horticultores bolivianos se encuentra algo más difundido en el sur y en el norte que en el Oeste.

En la zona Norte, la proporción de productores bolivianos propietarios es mayor en el partido de Pilar que en el de Escobar. Esto evidencia el corrimiento, mencionado por varios informantes clave, hacia ese partido por causa de la disponibilidad de tierra y su menor costo (Benencia: 2004). Podemos observar, de este modo, en los procesos de movilidad social analizados según la noción de escalera hortícola boliviana (Benencia: 1999) la influencia de los diferentes espacios socio-productivos en las condiciones y características que adquieren y explican los mismos.

El tamaño medio de estos establecimientos es de 5,2 ha, incrementándose para los exclusivamente propietarios a 7,8 ha, y descendiendo a 4,1 ha para los exclusivamente arrendatarios. En tanto que la superficie hortícola promedio es para el conjunto de 3 ha, siendo para los exclusivamente propietarios de 3,3 ha, y para los exclusivamente arrendatarios de 2,6 ha. Por otro lado, no se observan diferencias de importancia en el valor promedio de hectáreas hortícolas según tipo de establecimiento, ubicándose todos los valores entre 3,5 ha y 4 hectáreas.

Con respecto a la presencia de invernáculos, casi tres de cada diez quintas de productores bolivianos disponen de esta infraestructura, y al igual que para el conjunto de productores, su presencia es mayoritaria en el sur. Así, el 80 % de los establecimientos de productores de nacionalidad boliviana con invernáculo se encuentra en esa zona. La presencia de invernáculo en las quintas en propiedad comprende el 35 % de los casos; mientras que para las unidades bajo arrendamiento, desciende al 25 %; además, no se observan diferencias según tipo de establecimiento. Este comportamiento es distinto que lo que acontece para el conjunto de las quintas, pudiendo estar indicando la existencia de situaciones no tan diferenciadas con respecto a la capitalización entre los distintos tipos de unidades.

Conclusiones

Las quintas hortícolas del cinturón de la Ciudad de Buenos Aires presentan diferencias en lo que respecta a sus características socio-productivas, según zona y tipo de establecimiento.

En todas las zonas se observa alta presencia de explotaciones familiares, aunque en el norte son la mayoría de los establecimientos. La zona Sur, que explica gran parte de las unidades de producción del cinturón, se caracteriza por la presencia de relaciones de mediería y la difusión del invernáculo. El Oeste, por su parte, presenta como rasgos distintivos la utilización del trabajo asalariado en las explotaciones empresariales y el carácter extensivo de la actividad.

La diversidad de establecimientos presentes en el área es un reflejo de la complejidad de los fenómenos de diferenciación social que atraviesan las estructuras agrarias. Entre las explotaciones familiares, que en general tienen menos de 5 ha y una alta proporción de tenencia en arriendo en exclusividad, surgen -al menos- dos situaciones diferenciadas. Por un lado, las antiguas explotaciones descapitalizadas en procesos -más o menos prolongados- de desaparición de productores de origen local y de edad avanzada. Y, por otro, nuevas explotaciones de productores bolivianos con problemas de disposición de tierra y de capital, pero en procesos -más o menos restringidos- de expansión.

Las unidades empresariales se caracterizan por la presencia de trabajo de gestión y/o directo del productor y de algunos de sus familiares. Entre estas unidades, en la zona Sur, fundamentalmente, encontramos aquellas donde prima el trabajo familiar y que sólo contratan hasta dos asalariados, cuya lógica de producción seguramente se encuentra más próxima a una explotación familiar. Esto mismo se puede afirmar para las explotaciones que sólo contratan un mediero -que comúnmente no poseen invernáculo-, que disponen de mayor cantidad de tierra en producción trabajada por el productor y su familia que la llevada adelante por el mediero.

En la zona Sur aparece como uno de sus rasgos distintivos la incorporación de ajenos a la familia del productor bajo la modalidad de mediería. Además, estas unidades se caracterizan por una mayor presencia de invernáculos en ellas; inclusive, a medida que se incrementa el número de medieros es mayor la probabilidad de que el establecimiento disponga de esta tecnología. Finalmente, la existencia de invernáculo se acentúa todavía más en las empresas familiares con medieros y asalariados.

Las empresas familiares con asalariados -tipo de mayor relevancia productiva del Oeste- presentan diferencias entre el Oeste y el Sur. En este último escenario se observa una fuerte presencia de trabajo del productor y de algún familiar, que en promedio supera la participación de los asalariados, mientras que en el primero el trabajo del titular y su grupo doméstico se concentra en la dirección o tareas clave y es complementario del trabajo asalariado, que explica el mayor aporte de mano de obra.

Finalmente, los productores bolivianos mayormente se encuentran al frente de explotaciones familiares cuya forma de tenencia corresponde al arrendamiento en exclusividad. Los casos de empresas familiares de titulares de nacionalidad boliviana presentan, en comparación con el total, una presencia más importante de aquellas con asalariados, que superan a las que utilizan medieros.




Anexo de cuadros segunda parte

Cuadro 1: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según tamaño de estrato, en zona sur
Tipo Menos de 5 5 - 10 11 - 19 20 y más Total

Explotaciones familiares 331
(66,9%) 97
(51,1%) 46
(29,9%) 12
(16,2%) 486
(53,2%)
Empresas familiares con asalariados 56
(11,3%) 14
(7,3%) 26
(16,9%) 17
(23%) 113
(12,3%)
Empresas familiar con medieros 97
(19,6%) 73
(38,4%) 66
(42,8%) 28
(37,8%) 264
(29%)
Empresas familiar con asalariados y medieros 11
(2.2%) 6
(3,2%) 16
(10,4%) 17
(23%) 50
(5,5%)
Total 495
(100%) 190 (100%) 154
(100%) 74
(100%) 913
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998

Cuadro 2: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según tamaño de estrato, en zona norte
Tipo Menos de 5 5 - 10 11 - 19 20 y más Total

Explotaciones Familiares 86
(74,1%) 15
(68,3%) 5
(55,5%) 106 (70,6%)
Empresas familiares con asalariados 14
(12,1%) 1
(4,5%) 1
(11,1%) 1
(33,3%) 17
(11,4%)
Empresas familiares con medieros 14
(12,1%) 5
(22,7%) 2
(22,3%) 1
(33,3%) 22
(14,7%)
Empresas familiares con asalariados y medieros 2
(1,7%) 1
(4,5%) 1
(11,1%) 1
(33,3%) 5
(3,3%)
Total
116
(100%) 22
(100%) 9
(100%) 3
(100%) 150
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001

Cuadro 3: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según tamaño de estrato, en zona oeste
Tipo Menos de 5 5 - 10 11 - 19 20 y más Total

Familiar
54
(75%) 30
(49,1%) 5
(23,8%) 6
(16,7%) 95
(50%)
Familiar con asalariados 18
(25%) 24
(39,4%) 15
(71,5%) 23
(63,9%) 80
(42,1%)
Familiar con mediero
7
(11,5%) 1
(4,7%) 4
(11,1%) 12
(6,3%)
Familiar con asalaria-dos y medieros 3
(8,3%) 3
(1,6%)
Total
72
(100%) 61
(100%) 21
(100%) 36
(100%) 190
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998
Cuadro 4: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según régimen de tenencia, en zona sur
Tipo Sólo Propiedad Sólo Arrenda-miento Propiedad/ Arrendamiento Total
Explotaciones familiares 189
(44,7%) 259
(69%) 13
(17,6%) 461
(53%)
Empresas familiares con asalariados 46
(10,9%) 50
(13,4%) 10
(13,5%) 106
(12,2%)
Empresas familiar con medieros 163
(38,5%) 57
(15,2%) 36
(48,7%) 256
(29,3%)
Empresas familiar con asalariados y medieros 25
(5,9%) 9
(2,4%) 15
(20,2%) 49
(5,5%)
Total
423
(100%) 375
(100%) 74
(100%) 870
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998

Cuadro 5: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según régimen de tenencia, en zona norte
Tipo Sólo Propiedad Sólo Arrendamiento Propiedad/ Arrendamiento Total
Explotaciones familiares 20
(57,1%) 73
(74,5%) 4
(57%) 97
(69,3%)
Empresas Familiares con asalariados 6
(17,2%) 10
(10,2%) 16
(11,4%)
Empresas familiar con medieros 7
(20%) 12
(12,3%) 3
(43%) 22
(15,7%)
Empresas familiar con asalariados y medieros 2
(5,7%) 3
(3%) 5
(3,6%)
Total
35
(100%) 98
(100%) 7
(100%) 140
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001
Cuadro 6: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por tipo, según régimen de tenencia, en zona oeste
Tipo Sólo Propiedad Sólo Arrendamiento Propiedad/ Arrendamiento Total
Explotaciones familiares 26
(33,7%) 66
(68,8%) 3
(17,6%) 95
(50%)
Empresas familiar con asalariados 45
(58,5%) 24
(25%) 11
(64,7%) 80
(42,1%)
Empresas familiar con medieros 4
(5,2%) 6
(6,2%) 2
(11,8%) 12
(6,3%)
Empresas familiar con asalariados y medieros 2
(2,6%) --- 1
(5,9%) 3
(1,6%)
Total
77
(100%) 96
(100%) 17
(100%) 190
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998
Cuadro 7: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por régimen de tenencia, según tamaño, para la zona sur
Régimen de Tenencia Menos de 5 5 - 10 11 - 19 20 y más Total
Sólo propiedad
214
(44,5%) 104
(55%) 85
(56,6%) 38
(50,6%) 441
(49,3%)
Sólo arrendamiento 256
(53,2%) 71
(37,6%) 38
(25,4%) 14
(18,7%) 379
(42,3%)
Propiedad arrendamiento 11
(2,3%) 14
(7,4%) 27
(18%) 23
(30,7%) 75
(8,4%)
Total
481
(100%) 189
(100%) 150
(100%) 75
(100%) 895
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998

Cuadro 8: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por régimen de tenencia, según tamaño, para la zona norte
Régimen de Tenencia Menos de 5 5 - 10 11 - 19 20 y más Total
Sólo propiedad
25
(23%) 8
(36,4%) 2
(66,5%) 35
(24,6%)
Sólo arrendamiento 82
(76%) 12
(54,5%) 4
(44,5%) 1
(33,5%) 99
(69,8%)
Propiedad arrendamiento 1
(1%) 2
(9,1%) 5
(55,5%) 8
(5,6%)
Total
108
(100%) 22
(100%) 9
(100%) 3
(100%) 142
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001

Cuadro 9: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por régimen de tenencia, según tamaño, para la zona oeste
Régimen de Tenencia Menos de 5 5 - 10 11 - 19 20 y más Total
Sólo propiedad
22
(29,7%) 23
(38,3%) 12
(57,1%) 20
(57%) 77
(40,5%)
Sólo arrendamiento 48
(64,9%) 35
(58,3%) 6
(28,6%) 7
(20%) 96
(50,5%)
Propiedad arrendamiento 4
(5,4%) 2
(3,4%) 3
(14,3%) 8
(23%) 17
(9%)
Total
74
(100%) 60
(100%) 21
(100%) 35
(100%) 190
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998









Cuadro 10: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por adopción de tecnología, según tipo, para la zona sur
Adopción de tecnología Familiar Fam / Asal Fam / Med Fam / Med / Asal Total
Sólo a campo 283
(58,2%) 51
(45,1%) 78
(29,5%) 8
(16%) 420
(46%)
Sólo invernáculo 41
(8,4%) 16
(14,2%) 30
(11,4%) 5
(10%) 92
(10,1%)
Campo / invernáculo 162
(33,3%) 46
(40,7%) 156
(59,1%) 37
(74%) 401
(43,9%)
Total
486
(100%) 113
(100%) 264
(100%) 50
(100%) 913
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001

Cuadro 11: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas
por adopción de tecnología, según tipo, para la zona norte
Adopción de tecnología Familiar Fam / Asal Fam / Med Fam / Med / Asal Total
Sólo a campo 89
(86,4%) 8
(50%) 19
(86,4%) 4
(80%) 123
(82%)
Sólo invernáculo 1
(1%) 1
(6,2%) 3
(2%)
Campo / invernáculo 13
(12,6%) 7
(43,8%) 3
(13,6%) 1
(20%) 24
(16%)
Total
103
(100%) 16
(100%) 22
(100%) 5
(100%) 150
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001

Cuadro 12: Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por adopción de tecnología, según tipo, para la zona oeste
Adopción de tecnología Familiar Fam / Asal Fam / Med Fam / Med / Asal Total
Sólo a campo 84
(89,3%) 66
(82,5%) 11
(84,6%) 2
(66,6%) 163
(85,8%)
Sólo invernáculo 1
(1,1%) 1
(1,3%) 2
(1%)
Campo / invernáculo 9
(9,6%) 13
(16,2%) 2
(15,4%) 1
(33,4%) 25
(13,2%)
Total
94
(100%) 80
(100%) 13
(100%) 3
(100%) 190
(100%)
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.









Cuadro 13: Promedio de hectáreas bajo cubierta y número de explotaciones por tipo de explotación y según zona
Tipo de explotación Zona sur Zona norte Zona oeste
Ha. promedio N° de explot. Ha. Promedio N° de explot. Ha. Promedio N° de explot.
Familiar
0,6 203 0,5 14 0,23 10
Familiar con asalariados 1,4 62 1,02 8 0,41 14
Familiar con medieros 1,3 186 1,54 3 2,54 2
Familiar con medieros y asalariados 1,7 42 0,03 1 1,5 1
Total
1,0
493
0,7
26 0,54 27
Fuente: Elaboración propia sobre datos de los Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001

Cuadro 14: Mano de obra permanente, por categoría ocupacional, según tipo de explotación, en % y promedio por explotación, para zona Sur

Explotaciones Total Total mano de obra permanente (%) Promedio de MOP por explotación
Familiares 486 Productores 486 32,5 1,00
Familiares 1011 67,5 2,08
Total 1497 100 3,08
Fam / Asal 113 Productores 113 12,4 1,00
Familiares 476 52,2 4,21
Asalariados 322 35,4 2,85
Total 911 100 8,06
Fam / Med 264 Productores 264 14,4 1,00
Familiares 369 20,1 1,42
Medieros 510 27,9 1,93
Fam-Med 617 33,7 2,34
Asal-Med 69 3,8 0,26
Total 1829 100 6,93
Fam / Med / Asal 50 Productores 50 6,8 1,00
Familiares 71 9,7 1,42
Asalariados 156 21,3 3,12
Medieros 149 20,3 2,98
Fam-Med 246 33,5 4,92
Asal-Med 69 8,4 1,24
Total 734 100 14,7
Total 913 Productores 913 18,4 1,00
Familiares 1927 38,7 1,42
Asalariados 478 9,6 3,12
Medieros 659 13,3 2,98
Fam - Med 863 17,4 4,92
Asal - Med 131 2,6 1,24
Total 4971 100 5,40
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998
Cuadro 15: Mano de obra permanente, por categoría ocupacional, según tipo de explotación, en porcentaje, y promedio por explotación, para zona Norte

Explotaciones

Total Total mano de obra (%) Promedio de MOP por explotación
Familiares 103 Productores 115 31 1,11
Familiares 256 69 2,48
Total 371 100 3,6
Fam / Asal 17 Productores 16 14,5 0,94
Familiares 12 10,8 0,7
Asalariados 83 74,7 4,88
Total 111 100 6,52
Fam / Med 21 Productores 27 19,3 1,28
Familiares 0 0 0
Medieros 47 33,6 2,23
Fam - Med 66 47,1 3,14
Total 140 100 6,66
Fam / Med / Asal 5 Productores 8 21 1,6
Familiares 2 5,3 0,4
Asalariados 8 21 1,6
Medieros 5 13,2 1
Fam-Med 15 39,5 3
Total 38 100 7,6
Total 146 Productores 166 25,1 1,12
Familiares 270 40.9 1,82
Asalariados 91 13,8 0,61
Medieros 52 7,9 0,35
Fam-Med 81 12,3 0,54
Total 660 100 4,45
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001


Cuadro 16: Mano de obra permanente, por categoría ocupacional,
según tipo de explotación, en porcentaje, y promedio por explotación,
para zona Oeste
Explotaciones

Total Total mano de obra (%) Promedio de MOP por explotación
Familiares 91 Productores 113 34,6 1,24
Familiares 213 65,4 2,34
Total 326 100 3,58
Fam / Asal 74 Productores 98 20 1,32
Familiares 56 11,4 0,75
Asalariados 337 68,6 4,55
Total 491 100 6,63
Fam / Med 12 Productores 15 14 1,25
Familiares 8 7,6 0,66
Mediero 32 28,9 2,58
Fam-Med 51 47,6 4,25
Asal-Med 2 1,9 0,16
Total 108 100 9
Fam / Med / Asal 3 Productores 5 13,2 1,66
Familiares 3 7,9 1
Asalariados 18 47,4 6
Mediero 4 10,5 1,33
Fam-Med 8 21 2,66
Asal-Med 0 0 0
Total 38 100 12,66
Total 180 Productores 231 24 1,28
Familiares 280 29,1 1,55
Asal-Prod 336 37,1 1,86
Mediero 35 3,5 0,19
Fam-Med 59 6,1 0,32
Asal-Med 2 0,2 0,01
Total 963 100 5,35
Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998




Tercera parte:

Identificación de escenarios: situación actual, problemáticas y perspectivas







































Respecto de los escenarios que se presentan en el área de estudio, que ya caracterizamos en las páginas precedentes, podemos sintetizar ahora en estos puntos las problemáticas más relevantes que se observan y las perspectivas a futuro que creemos que deben tenerse en cuenta para la formulación de políticas con respecto a la organización de las producciones de mayor importancia en estos territorios. Así, podemos señalar:

1.- La presencia de un segmento importante de productores que residen en sus explotaciones, las cuales generalmente no superan las cien hectáreas, situación que plantea la necesidad de desarrollar una política para los mismos en función de su papel en la ocupación de los espacios rurales y en su configuración. Estas políticas podrían estar ligadas tanto a aspectos productivos como a políticas sociales. Sería importante favorecer la permanencia de este tipo de productor y de explotación para otorgar al territorio un perfil con diversidad de usos frente al avance de la ciudad o de los countries sobre la tierra en producción.

Con respecto a los countries y barrios privados, la dispar aplicación de la normativa vigente, muchas veces de la mano de excepciones dictadas desde los Concejos Deliberantes, dificulta la regulación sobre los usos del suelo y la gestión del territorio para favorecer situaciones como la anteriormente planteada, y el mantenimiento de ciertas formas y grados de ruralidad, que constituyen un capital cultural.

2.- Puede apreciarse que la agricultura intensiva (horticultura, fundamentalmente, y floricultura) se ha asentado predominantemente en la zona Sur, y alrededor de ésta se han producido una serie de fenómenos que queremos puntualizar:

a) De acuerdo con el proceso migratorio observado en los últimos años, hay que tener en cuenta que los bolivianos son o van a terminar siendo quienes reemplacen a los portugueses como quinteros; en ese caso, habría que considerar la posibilidad de facilitar los procedimientos legalización de su nacionalidad (proceso de formalización).

b) Dada la existencia de un gran mercado de trabajo en negro, sería importante la posibilidad de blanquear la cantidad de empleo en negro que existe o de legalizar las distintas formas de trabajo.

c) La proliferación de familias bolivianas en la actividad hortícola implica también la proliferación de mercados de distribución mayorista por fuera del Mercado Central sin el control necesario (reglamentaciones sobre inspección bromatológica, impositiva, etcétera). Será necesaria la implementación de medidas municipales tendientes a establecer cierto orden en dicho caos.

d) En lo que respecta al control de calidad de la producción, se aprecia, en general, un uso indebido de agrotóxicos (no respeto de tiempos de carencia; uso de insecticidas en dosis mayores a las permitidas; uso de insecticidas prohibidos, etcétera), deficiencia que unida a la proliferación de mercados mayoristas representa un peligro potencial sobre la salud de la población de consecuencias insospechadas.

3.- Los mencionados problemas de control sobre la producción y distribución de hortalizas también se encuentran presentes en otras producciones. Esta falta de regulación efectiva, ya que la normativa existe y se encuentra vigente, se extiende a otros ámbitos, como el mundo laboral y el impositivo. Con respecto a este último, la significativa producción ganadera en términos zonales demandaría cierta formalización de la misma, tomando en cuenta las particularidades de los productores. Para avanzar en esta dirección, se podría intentar vincular intervenciones que consideren tanto los aspectos sociales previamente detallados como cuestiones productivas e impositivas.

En el mundo laboral sería importante favorecer la inclusión de los trabajadores en los sistemas de seguridad social, mejorar sus condiciones de trabajo, así como la formalización de sus relaciones de trabajo. Para esto se deben considerar las particularidades presentes tanto en el mundo de los trabajadores cuanto en el de los empleadotes. Muchas veces se trata de patrones que contratan a lo sumo uno o dos trabajadores, estableciendo una relación de carácter “paternal”, que dificulta la formalización de la relación de empleo. A su vez, estos empleadores, en la mayoría de los casos, comparten las dificultades generales de las pequeñas empresas a la hora de transparentar el empleo.







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